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Alto el fuego en Afganistán arroja un rayo de esperanza para la paz

El alto el fuego de las operaciones ofensivas del Gobierno afgano, que concluyó ayer, y la tregua de tres días de los talibanes han arrojado un rayo de esperanza hacia un posible comienzo del proceso de paz entre las fuerzas gubernamentales y los insurgentes.

El pasado 7 de junio, el presidente de Afganistán, Ashraf Gani, anunció un alto el fuego parcial sin precedentes en un país inmerso en un sangriento conflicto desde hace décadas, especialmente tras la invasión estadounidense en 2001 para acabar con el régimen talibán.

El anuncio no solo recibió la acogida positiva de la comunidad internacional y la sociedad afgana, sino que fue respondido con un alto el fuego de tres días por parte de los talibanes, con motivo de la festividad que marca el final del Ramadán.

Gani renovó el alto el fuego durante diez días, hasta este sábado, aunque los talibanes retomaron las operaciones contra las fuerzas ofensivas.

El breve periodo de tres días en el que coincidieron ambas treguas dejaron imágenes inauditas como talibanes y soldados rezando juntos, haciéndose fotografías abrazados e incluso visitando las áreas controladas por el bando contrario.

El portavoz del Ministerio de Defensa afgano, Muhammad Radmanish, indicó que los ataques contra las fuerzas de seguridad disminuyeron «significativamente» la semana después del alto el fuego de los talibanes porque la mitad de los insurgentes que visitaron sus hogares no volvieron al campo de batalla.

«El deseo de un alto el fuego está aumentando entre las filas de los talibanes y muchos creen que la tregua debería haber sido extendida por sus líderes, así que la mitad de los que visitaron las ciudades durante el alto el fuego no volvió al campo de batalla», afirmó Radmanish.

Los talibanes llegaron a prohibir a sus hombres visitar las áreas controladas por el Gobierno afgano, citando como motivo un atentado del Estado Islámico (EI) contra una reunión entre insurgentes y civiles que dejó unos 25 muertos.

Muchos analistas creen que el alto el fuego gubernamental es una victoria para Gani, que desde que asumió el poder en 2014 ha tenido que hacer frente a las tensiones internas en su Ejecutivo y a un aumento de la inseguridad en el país.

«Fue un alto el fuego político, dirigido a ganar el apoyo de los ciudadanos y de la comunidad internacional hacia un proceso de paz en Afganistán, y Gani ha triunfado, ya que la tregua fue ampliamente apoyada», dijo a Efe el analista político y militar Attiqullah Amarkhil.

A juicio de este general retirado, el anuncio de Gani fue «un paso esencial» para reducir la moral de los hombres de los talibanes, quienes han cometido un «grave error político» al no extender su propio alto el fuego.

«Su actitud hacia la gente y el Gobierno ha cambiado después de que entrasen a las ciudades, donde fueron acogidos de forma afectuosa por los ciudadanos, (…) y donde vieron que se respetan las leyes islámicas, contrariamente a lo que les dicen sus líderes», añadió.

Para el director del Centro para Estudios Estratégicos y Regionales (CSRS, en inglés), Abdul Baqi Amin, el alto el fuego del Gobierno fue una muestra de «buena voluntad» que puede reducir el nivel de violencia en el país, pero no basta para que los talibanes comiencen unas conversaciones de paz de forma inmediata.

Lo más positivo de ambas treguas es que han demostrado que ambas partes del conflicto tienen un control completo de sus tropas, dijo a Efe.

De acuerdo con Amin, «el alto el fuego mostró que los afganos tienen la capacidad de acabar con la guerra en cualquier momento, y enseñó que los afganos no están enemistados entre ellos sino que la guerra que durante 17 años se está librando es un conflicto importado e impuesto».

El analista Safiullah Mullakhil cree que los talibanes han visto que todavía es posible reintegrarse a una vida pacífica a pesar de 17 años de derramamiento de sangre y violencia, y esto puede impulsar a algunos comandantes insurgentes locales a pedir a sus líderes una mayor flexibilidad con el Gobierno afgano.

«Si los combatientes creen que sus dirigentes no les están escuchando, podrían preferir hacer altos el fuego locales y regionales con el Gobierno», apuntó esperanzado.

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