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viernes, abril 19, 2024
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Alucinógenos y «encarnación virtual» en el nuevo libro de Edmundo Paz Soldán

En las inmediaciones de la localidad boliviana de Villa Rosa hay un misterioso laboratorio del que nadie habla bien en el pueblo. En su interior una paraba (papagayo) rojiazul se arranca las plumas a picotazos, mientras un grupo de voluntarios se somete a un experimento con la ‘alita del cielo’, una planta alucinógena que llega a lo más profundo de sus recuerdos.

De esta manera, el escritor boliviano Edmundo Paz Soldán dibuja en su nueva obra «La mirada de las plantas» un universo distópico y fantástico en el que la inteligencia artificial, la perversión de las redes sociales y la cultura del extractivismo dentro del Amazonas se erigen como una nueva forma de narrar la emergencia climática.

«A mí me interesaba hacer chocar lo natural y lo tecnológico», explica a EFE el autor en una entrevista en la Casa de América de Madrid, al tiempo que reivindica la necesidad de responder de inmediato a la crisis ambiental.

«El Amazonas es el grado cero de la crisis ambiental en América Latina», sentencia.

Contra la explotación

La nueva propuesta de Paz, también incluye una crítica hacia la «explotación del ser humano por el ser humano» a propósito de sus relaciones con las redes sociales y su idea de la privacidad.

Para ello, el escritor radicado en Estados Unidos juega con el lado más oscuro de sus personajes y convierte a su protagonista en un psiquiatra que filma a escondidas a mujeres para hacer un ‘deepfake’ (manipulación de fotografías para generar contenido falso) de uso pornográfico.

«Sobre todo, los hombres piensan que si no tocas a la otra persona puedes hacer lo que quieras con su imagen», reflexiona el boliviano.

A propósito de la explotación, Paz también aborda la pervivencia de la «semiesclavitud laboral» de los pueblos indígenas en esta región, a través de uno de los voluntarios al que le persigue, en forma de gigante, el capataz brasileño que explotaba a su comunidad y le torturaba arrancándole pedazos de lóbulo de la oreja.

«Cuando lees la vorágine y hablas de la explotación del caucho, ya estás pensado en algo que se terminó allá por el 1920. Entonces llegas ahí y te enteras de que instituciones como el CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) te hablan en sus informes de la cantidad de gente que todavía trabaja en un estado de esclavitud o semiesclavitud laboral», lamenta.

«Compañías extranjeras se alían con cooperativas mineras nacionales y contaminan ríos, muchas veces con la anuencia del Estado», añade.

De la crónica a la ficción

«La mirada de las plantas» es el resultado de un viaje a la ciudad de Cobija, próxima a la frontera con Brasil, que tuvo lugar diez años atrás por el deseo de la esposa del autor de regresar a la selva.

Esta nació en Santa Cruz, región amazónica de Bolivia que, en los últimos años, experimentó no solo un gran desarrollo económico sino, también, la expansión de sus ciudades y el desplazamiento de la selva que, inicialmente, se encontraba «muy cerca de la ciudad».

«Para mí era un paisaje nuevo. Yo vengo de la zona del Valle de los Andes en Bolivia (Cochabamba). Me pareció tan nuevo que me impresionó», recuerda.

Paz reconoce que, inicialmente, su obra estaba pensada para adoptar el formato de crónica hasta que las fuentes que debían darle vida se negaron a revelar su identidad.

«Yo hablaba con la gente, les preguntaba si podría utilizar su testimonio en una crónica, pero me decían que no» por temor a la difusión a gran escala de sus identidades, en el marco de una zona «con mucha tensión política», razona el autor.

«La mayor zona de oposición a Evo Morales era lo que se llamaba la Media Luna, zona de los departamentos del oriente boliviano, pero la región de Pando (donde transcurre la trama), con la migración interna de los últimos años, vivió un equilibrio de fuerzas y hubo choques políticos», precisa a EFE el escritor.

Como consecuencia, finalmente apostó por una novela de ficción en la que «la imaginación tuvo que activarse y la experiencia personal distanciarse».

Paz concluye que el mayor desafío a que se enfrentan ahora quienes busquen nuevas formas de narrar la emergencia medioambiental es cómo contar que «lo que está ocurriendo es parte de un proceso que abarca millones de años y que de pronto te llegó la factura hoy, pero no es algo que ocurrió ayer», y «cómo incorporar la relación de los seres humanos con las plantas y los animales».

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