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miércoles, abril 24, 2024
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¿Cambios en la visión del Gobierno?

El ejercicio del poder desgasta, no solo por las equivocaciones, sino inclusive por asumir medidas urgentes y necesarias, que no son de agrado de todos. Además de ello, los respaldos políticos siempre son condicionados y pueden cambiar en cualquier momento. Un Gobierno que apenas tiene un año de gestión debería tener alguna tranquilidad, pero contrariamente, el presidente Luis Arce ha tenido más conflictos que cualquier otro régimen, y no solamente planteados por la oposición, sino hasta por sus adherentes. Antes de terminar el año 2021, el MAS decidió evaluar la gestión del actual gobierno, y no fue edificante en su análisis, todo lo contrario, llovieron las críticas y pidieron cambio de ministros de acuerdo a publicaciones de prensa. La evaluación se realizó en un ampliado de las Seis Federaciones del Trópico de Cochabamba, que se desarrolló en Lauca Ñ, y recomendó al presidente Luis Arce el cambio de ministros de su gabinete. Inclusive Evo Morales le dijo que «es importante que mejore su gabinete» y que los ministros deben ser políticos y no solo técnicos.

Que el presidente Arce atienda o no esas «recomendaciones», es cuestión de su absoluta y legitima voluntad, como atribución presidencial constitucional. Lo amargo para el oficialismo es que cualquiera sea su decisión podría descomponer más su presidencia, restándole credibilidad si accede a los pedidos, y si no atiende esas demandas, podría encontrarse con que un ala importante del MAS le reste apoyo. Por lo demás, las encuestas dicen que mejoró la imagen del presidente Arce, y hasta se especuló que se pediría su reelección cuando termine su mandato. Cualquiera sea el desenlace, la realidad de la política criolla hace que la situación se complique más de lo que ya afecta la crisis económica, los efectos de la pandemia y la polarización política, además de la pesada carga que dejó el régimen de Evo Morales.

No es posible ignorar el pasado de luces y sombras ni sus efectos en la crisis actual. Los sucesos que han conmovido al país tienen que ver con las preferencias políticas y el sentimiento cambiante de la ciudadanía, que se mueve al impulso de una serie de factores. Sin duda la gestión de cualquier gobierno tiene mucho que ver, el cumplimiento de las promesas, la fidelidad con los principios, los valores éticos, la situación económica de un país, la seguridad ciudadana, la certidumbre sobre el futuro, el respeto a las leyes, etc., son parte de los ritmos con los que se mueven los sentimientos de la gente. En el momento actual, sin duda, la pandemia de coronavirus es protagonista como lo son las vacunas que sin duda salvan vidas y protegen a la población que ha sufrido, en carne propia, el maligno contagio. Las cosas buenas y las malas influyen en el sentimiento colectivo. Esta es una realidad que se da en cualquier parte del mundo, y no podía ser diferente en Bolivia.

En este momento conviene recordar que en los casi 14 años del gobierno del MAS el caudillismo ha tenido un sostén importante tanto de propaganda como de una fe ciega de un amplio sector de la población, especialmente del área rural. El populismo se nutre con medidas demagógicas que ayudan en determinadas circunstancias a quienes tienen menos recursos, pero llega un momento en el que la gente se cansa de ver la impunidad y las transgresiones, y ni la demagogia ni la prebenda puede contener su reacción. Es lo que ha ocurrido con el régimen de Evo Morales que llegó al poder con un innegable apoyo popular y una esperanza nacida del rechazo al sistema que imperaba el año 2005. Para muchos el voto de ese año a favor del MAS era en realidad un voto castigo a los partidos tradicionales que traicionaron los principios democráticos.

Pero después de tres gestiones consecutivas, el escenario político se movió en otra dirección, y Morales no quiso comprender ni ver la realidad. Se rechazó a los candidatos oficialistas de las elecciones judiciales en dos oportunidades, y se le dijo NO a la reelección en un referendo. Pese a ello Morales insistió en volver a postularse ignorando la Constitución Política del Estado. Al ver que ya la gente no lo apoyaba se apeló al fraude en las elecciones del 20 de octubre pasado. Para que se haya dado esta situación han coincidido varios factores, pero la principal falla del régimen masista ha sino percibir erróneamente la capacidad de movilización de un pueblo que quiere ir hacia adelante, mientras el MAS ofrecía los caminos de Cuba y Venezuela. El pueblo veía en las calles y cerca las escuelas al narcotráfico; observaba como la impunidad se imponía. El sistema judicial se pervirtió a extremos escandalosos. A ello se sumaba la corrupción generalizada y la deficiente gestión gubernamental, con proyectos costosos y sobredimensionados que no justifican su existencia. Se olvidó la atención en salud y se creó el SUS sin respaldo económico, mientras se politizó la educación y se ofendió a los militares haciendo saludar al Che Guevara. Un gobierno que se decía indígena y que proclamaba el respeto a la madre tierra, atacó a los originarios del TIPNIS, los sometió mientras marchaban, golpeándolos, atándoles manos y piernas y acallándolo con mordazas. Se invadió los territorios de los indígenas, se olvidó de la consulta previa, se invadió las tierras fiscales y protegidas para sembrar más coca y finalmente se incendió deliberadamente la Chiquitania y varios bosques del oriente.

Ahora, Luis Arce tiene la potestad de seguir la misma línea y confirmar que quien decide está en el Chapare, o gobernar para todos como anunciaba al asumir la Presidencia. Por el momento, las persecuciones, y la repetición del sectarismo señalan el mismo camino, pese a que en política todo es posible y casi nunca está dicha la última palabra.

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