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jueves, abril 25, 2024
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Cicatrices de la violencia en mujeres se convierten en tatuajes

Cuando Doris veía su pie derecho y la gente le preguntaba qué se había hecho, ella miraba aquella cicatriz producto de una quemadura que la llevaba a recordar un pasado que quería olvidar, pero que revivía cada vez que explicaba aquella situación que no sólo la marcó físicamente, sino en el alma.

Luego de 24 años de aquel día, Doris escuchó acerca de una campaña de un estudio en La Paz que tatuaba gratuitamente sobre las cicatrices que han sido producto de cualquier tipo de violencia y no dudó ni un segundo en llamar y convertir ese recordatorio que llevaba en la piel en un tatuaje.

«Quiero tapar una cicatriz que me avergüenza cuando uso un zapato calado o voy a la piscina, se ve feo y no quiero que toda la gente esté mirando y me pregunte qué me hice», dijo a Efe Doris, que prefirió no dar su apellido.

A sus 28 años decidió tatuarse flores de jamaica, jazmines y una flor de Loto encima de la cicatriz, porque siempre le gustaron los jardines y ahora el ver plasmado su pequeño jardín en su pie le saca una sonrisa.

«De alguna u otra manera te ayuda a olvidar y cuando está tapado ya no te viene ese recuerdo que es como una cruz que llevas toda tu vida», expresó Doris.

Es una forma de avanzar, sostuvo, y de dejar atrás esa culpabilidad que ella sentía a sus 4 años al ver su pie que fue quemado con agua caliente por su abuela en castigo por haber puesto mucha agua en la olla de arroz que hervía para acompañar el almuerzo.

«Esperaba cariño, atención, pero (mi abuela) era muy fría y agresiva, parecía que me odiaba», contó sobre su única familiar, que falleció hace un par de años.

Desde su adolescencia pretendía hacerse un tatuaje en ese lugar de su cuerpo, pero por «factores económicos» no lo logró hasta que el estudio Gamin Art sacó la primera campaña denominada «Matriarcado» para tatuar sobre cicatrices de mujeres de manera gratuita.

«Quiero llegar a todas las mujeres que han sufrido violencia con la pareja, en la familia, colectiva o negligencia médica para que confíen en nosotros para cubrir sus cicatrices, cerrar un ciclo y abrir uno nuevo o simplemente dejar el pasado atrás», dijo a Efe la tatuadora Paola Santander.

Esta campaña inició el pasado 27 de mayo y por ahora se extenderá por tres meses con la finalidad de que mujeres que sufrieron de algún tipo de violencia no sean discriminadas por sus cicatrices, vuelvan a tener confianza y se sientan «poderosas».

«Queremos que todas se reintegren en la sociedad, que puedan conseguir trabajo, y a veces una cicatriz es un impedimento, y así no sufran de discriminación», sostuvo Santander.

Decenas de mujeres ya hicieron una cita con la tatuadora boliviana para convertir un recuerdo malo marcado en su piel en una obra de arte, en la que los diseños más requeridos son las flores y las mariposas.

«No es que vamos borrando todo el daño que les han hecho, pero sí vamos eliminando la cicatriz, cubriéndola para que cuando la mujer vea el lugar donde estaba su cicatriz, vea algo que le haga sonreír», recalcó la artista.

Santander confesó que ella también fue víctima de violencia, por lo que sabe cuánto cuesta hablar del tema o de superar esta situación y por ello sus sesiones se convierten en una especie de terapia para todas las mujeres.

La tatuadora contó que escuchó historias de chicas que tienen cortes en los brazos por peleas familiares, o cicatrices de quemaduras de cigarros que el esposo le hacía a la mujer cada vez que llegaba borracho o incluso otras en el abdomen producto de una cesárea mal practicada.

«No es algo que podemos solucionar solos, pero sí queremos aportar un granito de arena para que ayude a recapacitar a muchas personas y que haya más iniciativas como esta», subrayó.

Santander comentó que realizar un tatuaje encima de una cicatriz «es difícil» y «delicado», porque la piel es más sensible y hay que estar pendiente del proceso de cicatrización para controlar su evolución.

Para la artista, que tatúa junto a su hermano, la mejor recompensa de su trabajo es ayudar a otras personas y que se vayan felices de su estudio.

Según Santander, es la primera vez que se hace una campaña de esta índole en Bolivia y espera que otros artistas en un futuro puedan sumarse.

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