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viernes, abril 19, 2024
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Cultivar lazos para levantar cabeza

VĆ­ctor Corcoba Herrero

Me emocionan esas gentes siempre dispuestas a donarse, a luchar por el bien colectivo, renunciando a sus intereses personales, acogiendo en su existencia un proceder de encuentro y acogida. ConfesarĆ© tambiĆ©n que me inquieta esa otra ciudadanĆ­a encerrada en sĆ­ misma, que no comparte el ejercicio generoso y responsable de su distintiva misiĆ³n. Nuestro propio hĆ”bitat nos requiere a todos un cambio en nuestra manera de vivir. Cuidado con los golpes atmosfĆ©ricos, con los garrotazos que nos damos unos a otros, con las contrariedades entre palabras y hechos, aparte de otros ademanes impropios de seres que han de armonizar, construir y trascender, lejos de ese afĆ”n dominador que nos viene dejando bloqueados.

Ciertamente, hemos de movilizarnos ante nuestras propias miserias humanas. Tan importante como ponernos en acciĆ³n es no encogerse de hombros, para que cesen las hostilidades mundanas que nos estĆ”n dejando sin nervio para batallar. No es de recibo proseguir combatiendo como salvajes, activando tragedias por doquier, en lugar de trazar otro espĆ­ritu mĆ”s acorde con el crecimiento de cada cual. Por tanto, lo que mĆ”s hay que cuidar es el corazĆ³n. Este clima de falsedades que nos inunda, junto a este oleaje de pensamientos vacĆ­os, nos estĆ”n haciendo retroceder como especie pensante. Efectivamente, lo que proliferan son las habladurĆ­as y los cotilleos, abecedario destructor a gusto de los poderosos que todo lo comercializan. No olvidemos que todo en su vida es puro interĆ©s y negocio. Casi como los actuales profesionales de la polĆ­tica que, en lugar de ser servidores, suelen servirse del pueblo.

Ante esta bochornosa realidad, en la que vamos de fracaso en fracaso; y, aĆŗn lo que es peor, sin dejarnos acompaƱar por gentes de principios y valores, al menos para poder incorporarnos, sin ser triturados por nuestras propias necedades. Desde luego, la experiencia de la frustraciĆ³n, vivencia incluyente en todos los humanos, ha de instarnos a esforzarnos mucho mĆ”s en ese reencuentro con la vida en comunidad, sin desesperarse, trabajando arduamente y aprendiendo de los desengaƱos. Sea como fuere, hemos de levantar cabeza siempre. El venirse abajo no es algo fatĆ­dico, la cuestiĆ³n estĆ” en tomar aliento y aglutinar valor para continuar el camino. Realmente no sĆ© cuĆ”l puede ser la llave del Ć©xito, lo que sĆ­ sĆ©, que las cerraduras de los reveses que todos coleccionamos en nuestra historia, se solventan poniendo mĆ”s alma en nuestros andares.

En efecto, tampoco podemos quedarnos paralizados por muy fuerte que sea la tragedia. Lo vital es continuar adelante, nada de abatirse, ni de tirar la toalla, mientras hay pulso tenemos una relaciĆ³n que elaborar, realizar y ejecutar. OjalĆ” comience como un benĆ©fico sueƱo, como un proyecto de uniĆ³n y unidad, como una confluencia de acceso a lo armĆ³nico. Al fin y al cabo, es cuestiĆ³n de plantarle cara a esa legiĆ³n de absurdos sembradores de conflictos, para los que quizĆ”s tengamos que ser mejores artesanos del verbo, pues se trata de conjugar desatinos con nuevos tinos, de poner buenos timbres a los tonos, y de activar el arte de lo autĆ©ntico, lo que requiere serenidad, constancia en lo creativo, sensibilidad en el moverse y destreza en la actuaciĆ³n. CuĆ”ntas mĆ”s vidas se sumen a esto, mejor serĆ” el ambiente.

A mi juicio, por ende, es fundamental elevar el Ć”nimo en un mundo al que hemos de hacer frente a multitud de retos, escollos y fibras divisorias, que amenazan nuestra propia destrucciĆ³n humana. Desde luego, urge cultivar lazos de afecto, al menos para fortalecer la confianza entre culturas. El apoyo social ha de estar ahĆ­ siempre, ya que, para lograr un mundo mĆ”s justo, hacen falta otras estĆ©ticas mĆ”s verdaderas, mĆ”s lĆŗcidas e ingeniosas que contribuyan a que permanezcamos todos ensamblados en torno a las bondades que vierte el servicio en comĆŗn.

El dĆ­a que los seres humanos en su conjunto sean fuente de armonĆ­a, germinarĆ” esa atmĆ³sfera fraterna tan necesaria como imprescindible para todo avance. Por eso, a esas personas que se ocupan de propagar concordia en todas partes, ellos sĆ­ que son los grandes cultivadores de la palabra, hecha luz, revertida en verso, conjugada y embellecida para que se restauren unos sistemas econĆ³micos mĆ”s justos, que no excluyan a nadie, y que Ćŗnicamente nos hermanen y vivifiquen. Pongamos audacia y fervor, en consecuencia, al menos para seguir sorprendiĆ©ndonos de una dinĆ”mica positiva, aquella de la que siempre brota el verdadero encuentro de latidos. LĆ³gicamente, la amistad entre linajes es nuestra salvaciĆ³n. Vale mĆ”s que el talento, porque es el mejor talante, al ser un goce gratuito que nos gratifica con mejor savia para todos.

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