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jueves, abril 18, 2024
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¿Efecto dominó, resultante del coronavirus?

Las secuelas de la pandemia se manifiestan de diversa forma, tanto en la salud como en la economía, en las actividades cotidianas y hasta en las condiciones psicológicas de las comunidades. Bolivia no es una excepción pese a que las autoridades creen que nuestro país es una isla de bonanza, libre de los efectos de un mundo globalizado. Pero la realidad nos muestra que el planeta comparte más los efectos negativos que las ventajas. La Organización de Naciones Unidas ha efectuado un estudio sobre la interrelación que articula y encadena ahora al mundo y de la que ningún país se salva. Sería bueno que el gobierno analice el estudio para que pueda adoptar las medidas necesarias y así prepararse para evitar efectos catastróficos especialmente en la economía de los más necesitados y en la salud de la población.

Se trata del informe «Repensar los riesgos en tiempos de covid-19», que muestra cómo se manifiesta la interrelación de poblaciones distantes, y se observa claramente un efecto dominó, resultante del brote de covid-19, que se extendió por las sociedades mucho más allá de los efectos inmediatos de la pandemia misma. Los casos ilustran claramente que nuestro mundo está interconectado a través de sistemas que vienen con riesgos asociados y volátiles que han revelado, y reforzado, las vulnerabilidades en toda la sociedad. Antes del covid-19, la interrelación de tales riesgos no era evidente en nuestra vida cotidiana. Tampoco lo era la naturaleza sistémica de estos riesgos, es decir, cómo afectaban, o pueden afectar potencialmente, a sociedades enteras más allá del problema mismo. Por un lado, cuando pensábamos en riesgos sistémicos los relacionábamos con lo que pasó con la crisis financiera de 2008, donde el fracaso de los grandes bancos se extendió por toda la economía mundial, dejando a millones de personas sin trabajo y provocando una recesión económica mundial.

Otros ejemplos de esa interrelación se ven en cómo el cambio climático, los desastres naturales y, más recientemente, las consecuencias mundiales de la guerra en Ucrania, que evidencian que nuestro mundo depende de una red compleja, a menudo frágil, de factores interdependientes y que, si se desestabiliza, puede tener efectos devastadores en sociedades enteras. El informe señala que la aparición del covid-19 obligó a ampliar la perspectiva de los riesgos sistémicos. ¿Qué medidas se pueden adoptar entonces para mejorar la gestión del riesgo, dado que los enfoques tradicionales son insuficientes en entornos más complejos? El estudio, entre otras medidas recomienda entender cómo están conectadas las cosas. Los efectos en cascada originados por el covid-19 permitieron detectar la correlación que existe en muchos de esos sistemas y evaluar si éstos están funcionando según lo previsto.

Otra consiste en identificar las contrapartidas implícitas en las políticas: varias medidas impuestas por el covid-19, como los cierres de escuelas, las solicitudes de confinamiento o las restricciones de viaje, han tenido efectos generalizados. Esto pone de manifiesto la necesidad de evaluar las posibles contrapartidas y los efectos en cascada que conlleva la introducción de dichas medidas, ya que pueden tener repercusiones inesperadas y agravar las vulnerabilidades existentes en la sociedad. Una tercera medida es centrarse en los procesos de recuperación del sistema sin dejar a nadie atrás. La vinculación intrínseca de los sistemas presenta una oportunidad para lograr puntos de inflexión positivos, creando efectos beneficiosos. En el contexto de la pandemia, esto se hizo realidad con la creación de puestos de trabajo que siguió a las prestaciones de asistencia financiera por parte de gobiernos, organizaciones benéficas y ONG, o los avances en la digitalización que siguieron a las medidas de confinamiento domiciliarios.

El mundo interconectado actual es un sistema en evolución, y los desastres suelen ser el resultado de fallos de ese sistema. Este informe muestra que ha llegado el momento de desarrollar una comprensión más profunda de los riesgos sistémicos y de cómo desencadenan otros peligros y perturbaciones, muchas veces de forma impredecible. Asimismo, revela que la gestión de estos riesgos debe estar integrada adecuadamente en la forma en que los responsables de la formulación de políticas, los planificadores y otras partes interesadas abordan la gestión de riesgos, con el objetivo de crear comunidades y sociedades más resistentes, equitativas y prósperas en todo el mundo.

La interrelación se la ha vivido con los contagios mundiales del coronavirus, sus efectos en la economía y la paralización en gran parte de las actividades. Al lograrse las vacunas, llegaron a casi todos los pueblos del planeta y volvió la actividad productiva. Otro ejemplo de la interrelación es el precio de la harina en Bolivia. Al ser Ucrania y Rusia los principales productores mundiales de cereales y fertilizantes, uno de los efectos indirectos de la guerra se observa en el aumento de los precios mundiales de los alimentos. Esto ha resultado en un incremento de los costos de vida para quienes pueden pagarlos y empuja a los que no pueden hacerlo a una mayor inseguridad alimentaria. En otras palabras: se pelean en el otro lado del mundo y en Bolivia escasea la harina, y sube el precio de los productos derivados. La quinta ola está extendiendo los contagios. El gobierno cree que tiene controlada la situación. Ojalá así sea.

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