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viernes, abril 19, 2024
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El boliviano Dellien sonríe en París

«Soy el primer boliviano en hacerlo desde hace 35 años», asegura Hugo Dellien, que a sus 25 años está viviendo un momento mágico y acaba de ganar en Roland Garros su primer duelo en un Grand Slam.

El tenista de Trinidad ha obligado a desempolvar los anales del tenis boliviano, en los que aparece en los años 80 Mario Martínez, que llegó a ser 35 del mundo. Después, nada de nada hasta que irrumpió Dellien.

Su nombre ha vuelto a sonar tras superar la primera ronda de Roland Garros, el primer torneo grande de su carrera que le llega cuando ocupa el puesto 92 del ránking.

Lo hizo tras derrotar al indio Prajnesh Gunneswaran, 86 del mundo, por 6-1, 6-3 y 6-1 en una hora 15 minutos, lo que le dará la oportunidad de firmar una gesta de muchos más quilates, enfrentarse al griego Stefanos Tsitsipas, sexto favorito.

Será el tercer «top 10» contra el que juegue en un mes, tras haber puesto contra las cuerdas al japonés Kei Nishikori, contra quien perdió 7-5, 7-5 en segunda ronda de Madrid, y al alemán Alexander Zverev, a quien ganó un set (7-5, 3-6 y 6-3) en cuartos de final de Madrid, torneo en el que entró por la fase previa.

A estas alturas, nada asusta al joven boliviano. «El tenis está muy parejo, cada vez mas, con lo resultados que tuve contra Nishikori y Zverev creo que estoy para poder jugar contra ellos. Me falta ajustar en los momentos de cerrar los partidos», señaló.

Tantas cosas bonitas le están llegando al tenista boliviano en una temporada feliz, en la que en Santiago sumó el primer triunfo de su carrera.

Nadie había ganado en este siglo un partido en el cuadro principal de un Grand Slam defendiendo la bandera boliviana. Martínez alcanzó en 1983 la tercera ronda, que es ahora el objetivo del joven Dellien. Su compatriota no pudo defenderse y se vio obligado a retirarse por problemas físicos.

Dellien lo apostó todo al tenis, una pasión poco común en su país, pero tras la que él dejó muchas horas de esfuerzo.

Era un deporte más en la academia a la que iba y en sus primeros torneos con ocho años ganó algún partido. Se entusiasmó por un deporte poco conocido en su país.

Con 14 años abandonó su Trinidad natal, empezó a estudiar por internet, se alejó de su familia y de amigos para ir a jugar a Santa Fe, a más de siete horas.

Su padre le animaba, pero su madre ya sospechaba que esa pasión por la raqueta le alejaría de los estudios y de la familia.

Pero Bolivia se quedaba pequeño para su tenis. Necesitaba dar un salto mayor, hacerse grande, algo que en América Latina pasa por Argentina.

Recaló con 17 años en Buenos Aires, sin el apoyo de nadie, sin patrocinador, sin marcas.

Fueron muchos los sinsabores, los momentos duros, que a punto estuvieron de sacarle de la carrera, de hacerle renunciar a su sueño de niño.

De hecho, en 2017 se alejó del tenis, cobró distancia y se dio cuenta de que no podía vivir sin ese deporte.

«Me di cuenta de cosas que no veía, que mucha gente me apoyaba, creía en mí. En Argentina eso no lo veía, pero en Bolivia sí, vi a niños que confiaban en mí. Si abandonaba el barco apagaba la ilusión de esos niños. Eso me dio fuerza para volver con una mentalidad más sólida», aseguró.

Dellien siguió creyendo, aguantando los sinsabores y saboreando los momentos felices. El tenis es una montaña rusa y subirse a ella supone aceptar los contratiempos y no entusiasmarse demasiado cuando vienen bien dadas.

Ganó en confianza y su juego, muy volcado en la potencia de su derecha, fue haciéndose más sólido.

Su entrenador, Alejandro Fabbri, fue un apoyo esencial, reconoce el tenista, porque se comportó también como un psicólogo.

Tras su experiencia con el dominicano Víctor Estrella, sabía cómo tratar a un tenista procedente de un país sin tradición tenística, a quitarle la presión de tener a toda una nación pendiente de sus logros y sus fracasos.

«Cada vez que haces algo es historia de tu país, te va jugando un poco de presión y él ya lo vivió. Gran parte de lo que hago es gracias a él», aseguró.

Dellien no quiere ahora mirar lo que se dice en su país. Prefiere concentrarse en su juego, seguir ganando experiencia entre los grandes.

«Me apoyo en la confianza que tengo, vengo teniendo torneos muy importantes. En Madrid rompí una barrera grande al ganar a Gilles Simón y luego jugar como lo hice contra Nishikori. Me hizo darme cuenta de muchas cosas, me enseñó a afrontar este tipo de rondas», asegura.

Reconoce que hace unos meses sentía «vergüenza» de estar junto a todas las grandes estrellas que siempre había mirado como ídolos, pero ahora se ha calmado y se siente más cómodo entre ellos.

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