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El culto a las «ñatitas» vuelve al cementerio de La Paz tras la pandemia

«Jesusa», «Angelito», «Rayitas», «Cirilo» y «Lucas» son algunas de las «ñatitas», calaveras humanas llamadas así porque no tienen nariz, que llegaron este lunes hasta el patrimonial Cementerio General de La Paz para recibir rezos y obsequios de quienes les confiaron sus deseos de protección y prosperidad.

El 8 de noviembre es la fecha elegida por los devotos de estas calaveras para llevarlas a los cementerios y rendirles culto en una tradición muy arraigada en ciudades bolivianas como La Paz, donde la celebración volvió este año al Cementerio General tras una pausa en 2020 por la pandemia de la covid-19.

Centenares de personas llegaron con sus «ñatitas» hasta este camposanto, algunas en urnas de cristal, otras protegidas en cajones o envueltas en aguayos, los multicolores tejidos indígenas, todas vistiendo sus mejores galas para ser veneradas.

Sombreros, lluchus o gorros de lana usados en el Altiplano, gafas para el sol e incluso pelucas fueron parte de los atuendos lucidos por las calaveras.

En los alrededores del camposanto una multitud de vendedores ofrecía las tradicionales coronas de flores que se ofrecen a estas calaveritas, además de hojas de coca, cigarrillos y velas que también se les obsequian a cambio de algún favor.

Los dueños de las «ñatitas» se apostaron en distintos lugares del cementerio para exponerlas, aguardando a que algún devoto se aproxime a ellas para prenderles velas, agasajarlas con coronas o pétalos de flores e incluso hacerles fumar cigarrillos, ofrecerles bebidas o contratar grupos musicales para que les canten.

Historias de devoción

«Rayitas» fue en vida René Huayhua, un músico asesinado hace dos décadas en un incidente hasta ahora no aclarado, comentó a Efe su hermano Justo, quien llevó la calavera al Cementerio General para que reciba bendiciones.

«Todos venimos con esa fe, con ese cariño, a recordar a nuestros seres queridos una vez al año», sostuvo Justo.

Unos metros más adelante está Regina Laura junto a su madre y siete «ñatitas», entre ellas «Lucas», «Cirilo», la «Santa Marisol», «Virginia» y «Coco», una heredada del abuelo y las demás que les llegaron como obsequios.

«No hay que hacerle faltar la vela, las flores, cada lunes hay que ponerle las flores y limpiarle. (A cambio) nos cuidan, nos protegen», comentó Laura, que es artesana y atribuye a «Lucas» un premio municipal ganado en 2015.

Emocionada hasta las lágrimas, también mencionó que sus calaveritas le ayudan «mucho» cuando llora si alguien le hace daño y por eso les quiere «bien harto».

Una de las especialidades de estas «ñatitas» es «hacer aparecer» objetos que fueron robados, una creencia que comparte doña Julia, cuya calavera se llama «Jesusa» y le fue obsequiada hace dos años por una tía.

Además de su efectividad contra los robos, «Jesusa» también es «bien milagrosa» para que los negocios marchen bien.

Muchas de las personas que tienen «ñatitas» aseguran haberles visto en sueños y de esa forma saben si en vida fueron hombres o mujeres y qué nombres ponerles.

Es el caso de Irene Jaldín, quien contó a Efe que se soñó con «Angelito», una calavera que tiene en casa junto a «Daniel» y «Amalia».

«Ellos nos dan todo lo que uno quiere pedirse, depende de lo que estés pidiendo, a eso te retribuye la ñatita, pero también te castigan cuando no le cumples», advirtió Jaldín.

Tras los rituales en el camposanto, algunas personas salen en procesión hacia salones contratados para hacer fiestas con abundante comida, bebida y música.

Algunos llegan bailando alegres tonadas de música folclórica boliviana con los correspondientes trajes típicos y otros, más solemnes, van vestidos de negro acompañados con música religiosa.

Los orígenes

El origen de esta tradición es incierto, si bien la creencia mayoritaria es que data de la época precolombina.

El culto a las «ñatitas» es una «práctica simbólica» relacionada con la fiesta de Todos Santos, celebrada la semana pasada, informó la Secretaría Municipal de Culturas de La Paz.

La celebración se realiza porque «en la cultura aimara existe la creencia de la presencia del ajayu (alma en aimara) en restos humanos de personas fallecidas», según la misma fuente.

Los devotos solían llevar hasta hace unos años sus calaveras a la capilla del Cementerio General para que sean bendecidas y escuchen misa, pero la Iglesia católica suspendió esto al no estar de acuerdo con el culto a las calaveras.

Al suspenderse las misas, los administradores de la capilla habían optado por colocar barriles con agua bendita en las puertas para que cada quien eche bendiciones a sus calaveras, pero este año el templo permaneció cerrado y no hubo agua bendita.

Lo que no impidió que las «ñatitas» se llenen de rezos y regalos de quienes se aproximaron con devoción a hacerles pedidos.

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