Bolivia vive un episodio clave de su lucha por reconstruir las bases de la democracia. El largo trayecto que ha vivido el pueblo, los partidos políticos y las instituciones desde la recuperación del poder que se encontraba en manos de los militares en el siglo pasado, permite afirmar que los principios de libertad y ejercicio pleno de las garantías están arraigados en el pueblo, pero todavía desgraciadamente han sido permeables a distorsiones que han puesto en riesgo la calidad de la democracia. La tolerancia a los abusos y prepotencia derivó en dejar pasar actos atentatorios a los derechos fundamentales.
Efectivamente, algunos partidos y grupos de poder lograron torcer los principios democráticos que tanto dolor y sacrificio han costado a la ciudadanía, violentando las normas constitucionales y los objetivos nacionales. La democracia es una forma de convivencia política, económica y social. Es un sentimiento que se opone al autoritarismo, a la manipulación de los ciudadanos, a la hegemonía política y a cualquier forma de gobierno que dé la espalda a la voluntad de los ciudadanos. La democracia es el régimen político donde se respeta el estado de derecho y en el que se garantice una libertad sin miedos, sin represión, sin exiliados políticos; un sistema donde la justicia sea independiente y no que se convierta en brazo político represor. La democracia se nutre de un sistema judicial probo, honesto y eficiente. Cuando alguno de estos factores falla, quiere decir que se ha debilitado el proceso democrático, y que es necesario rectificar caminos. El pueblo boliviano así lo entendió y reaccionó en defensa de la democracia, precipitando la renuncia y huida de Evo Morales y sus secuaces.
Ahora corresponde fortalecer las columnas de la democracia para que se asienten sólidamente los mecanismos que garanticen la libertad de expresión, la libertad de prensa y el derecho de cada ciudadano a decir lo que siente y piensa; a que se respete su derecho a discrepar y expresar sus sentimientos, sin ser perseguido por esa causa.
Si algo cimenta y fortalece la presencia del pueblo, es la mayor participación sin exclusiones, fomentando los debates políticos, económicos, sociales, tecnológicos y sobre el desarrollo, tanto si el ciudadano se expresa directamente como a través de sus representantes electos.
Conocer el pensamiento, proyectos e intenciones de los candidatos, también es un derecho del pueblo, de manera que los líderes deben participar abiertamente en debates y confrontación de ideas.
El corazón de la democracia reside en la capacidad de la ciudadanía de estar bien informada, de conocer las propuestas, y de poder expresar sus dudas e inquietudes, es decir, de hacer escuchar su voz. El actual gobierno de transición ha presentado un proyecto a la Asamblea Legislativa para restablecer el debate como una forma útil de esclarecimiento, que permita a los candidatos exponer sus programas y ponencias, y al pueblo evaluar las capacidades y valores de los líderes.