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sábado, abril 20, 2024
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El Día de la Fraternidad Humana

La intolerancia, el odio religioso y racial, las agresiones por género y orientación sexual; la discriminación y otras formas de exclusión son todavía las rémoras que impiden lograr la armonía y la paz en el mundo. En nuestro país, además, hay otras manifestaciones de incomprensión como la venganza, la agresión política, el fanatismo y la catalogación como «enemigo» a quien piensa diferente. Ayer se ha recordado la designación de una fecha dedicada a meditar sobre el rencor hacia determinadas personas o grupos. La designación del 4 de febrero como Día Internacional de la Fraternidad Humana es el resultado de una resolución de la Asamblea General de la ONU, adoptada con el objetivo principal de promover una mayor tolerancia cultural y religiosa.

Con este motivo el Secretario General de la ONU, António Guterres emitió un mensaje llamando a la comprensión, durante una mesa redonda virtual con Estados miembros, líderes religiosos, agentes confesionales y representantes de la sociedad civil, organizada por la Alianza de Civilizaciones de las Naciones Unidas (UNAOC). Guterres, denunció que los ataques de odio dirigidos a algunas personas se deben simplemente a «su religión o sus creencias, su etnia, su género o su orientación sexual». El Secretario General de la ONU destacó que esta debe ser una ocasión para reflexionar sobre la importancia del entendimiento cultural y religioso, y el respeto mutuo. «Agradezco a los líderes religiosos de todo el mundo que aúnan fuerzas para fomentar el diálogo y la armonía interconfesional», dijo Guterres.

Asimismo, destacó el papel fundamental de la «Declaración de la fraternidad humana para la paz y la convivencia mundial» -de la que son coautores el líder espiritual de la iglesia católica, el Papa Francisco, y el Gran Imán de Al-Azhar, el erudito islámico egipcio Sheikh Ahmed Al-Tayeb- calificándola de «modelo para la compasión y la solidaridad humana». El espíritu de dicha declaración «es más necesario que nunca», añadió. Desde la pobreza y las desigualdades crecientes hasta los conflictos, las divisiones y la desconfianza, «la familia humana está haciendo frente a multitud de pruebas», subrayó Guterres. «Para superarlas, debemos poner freno a quienes explotan las diferencias, trafican con el odio y siembran el miedo al ‘otro’ cuando el descontento se apodera del corazón de las personas». Para Guterres «estos actos innobles violan los derechos humanos y son una afrenta contra los valores de las Naciones Unidas». El titular de la ONU hizo un llamado a mantenerse firmes contra el fanatismo dondequiera que aparezca. «Reconozcamos nuestra diversidad como algo que nos enriquece y fortalece a todos. Tendamos puentes entre confesiones movidos por nuestra humanidad común». «Y solidaricémonos con los demás para crear un mundo más inclusivo, pacífico y justo para todos», concluyó. En el debate participaron, además del Secretario de la ONU, el alto representante para la Alianza de Civilizaciones, Miguel Ángel Moratinos, el secretario general del Comité Superior de Fraternidad Humana, el destacado rabino neoyorquino Arthur Schneier, el secretario general de Religiones por la Paz, Adama Dieng, así como el observador permanente de la Santa Sede, y representantes de Marruecos, India, Bahrein y Arabia Saudí.

Sin duda es importante frenar las expresiones y actitudes de hostilidad racial, religiosa, de género o contra la orientación sexual, pero hay también en algunos países como Bolivia, otras manifestaciones tan perversas, que es necesario denunciarlas y promover su moderación. Se trata del odio político, el dogmatismo ideológico y la creciente actitud revanchista, que están tomando cuerpo y se acentúan cada vez con mayor ardor. Se trata de actitudes que incitan a las animosidades entre partidos, grupos sociales y hasta regiones, alentando la división y la rivalidad. Estos son los factores principales de la discordia que impide que el país logre el reencuentro necesario que permita a todos unir fuerzas en torno a los objetivos nacionales de buscar el bienestar general, el desarrollo armónico y la consolidación del proceso democrático.

Existe una infinidad de problemas que nuestro país debe resolver, pero no podrá lograrlo en un ambiente de discordia y de permanente conflicto. Solamente respetando la voluntad del pueblo y comprendiendo sus anhelos, aspiraciones e idiosincrasia, así como sus preferencias, sus inclinaciones y su forma de vivir y comprender las complejidades de la cotidianeidad, se logrará aunar las voluntades en la búsqueda de objetivos superiores. La mezquindad política partidista debe frenar su forma de imposición, para dar paso a la amplitud de la tolerancia a las ideas y a las diferencias. Solamente de esta manera en el país se podrá cumplir el compromiso de trabajar por el objetivo de lograr la Fraternidad Humana.

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