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martes, marzo 26, 2024
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El ojo que todo lo ve

Guido Pizarroso Duran (*)

«El Ojo que todo lo ve» tiene un origen muy antiguo y ha sido aprovechado por casi todas las religiones, dándole un significado espiritual de la presencia divina en todo. Su simbolismo tiene varias interpretaciones. Dentro de un triángulo representa el «Principio de la manifestación misma» y de «Omnipresencia».

Para el cristianismo es la Providencia de Dios. El símbolo ha sido usado tanto dentro de contextos religiosos como esotéricos. Inclusive se ha considerado como símbolo del poder económico por su presencia en la moneda norteamericana.

Pero hoy ha cobrado una nueva imagen y presencia efectiva que no necesita especulación. Las redes sociales se han constituido en el ojo que todo lo ve, y además lo registra, y se ha convertido en el principal testimonio contra los políticos corruptos. Las redes sociales son el enemigo número uno de los políticos. Antes eran los medios de comunicación y los periodistas. Recordemos lo que dijo Evo Morales cuando era presidente. «Los periodistas que no estaban con él, eran enemigos». En su pobre percepción de la realidad, «ordenó controlar las redes sociales por decreto».

El poder de las redes es muy grande y expone todo lo perverso, así como exalta la calidad. Por ello se explica el afán que tienen los políticos por controlar las redes de comunicación, sin comprender que han sido tejidas en el ciberespacio, y que se protegen a sí mismas, ya que allí se puede encontrar realmente todo, conectado a una computadora o un teléfono, hasta la forma de neutralizar los intentos de copar las redes. Ya para nadie es un secreto que el discurso político, los hechos y la realidad se distancian cada vez más de la verdad. Es una realidad que los regímenes, cualquiera sea su naturaleza ideológica, van perdiendo legitimidad, mientras su credibilidad se agota a fuerza de falsedades. Esta nueva realidad cobra mayor contundencia con el impacto de la comunicación global, acelerada por las nuevas tecnologías y ampliada por la voluntad y participación de la gente en las redes sociales. Las falsedades y disimulos están calando hondo en la relación política con los ciudadanos.

Los políticos están más expuestos que nunca gracias a las redes sociales y la alta relación que puede lograr una persona con otros miles, mediante sistemas que hoy permite tener amigos en todos los países del planeta y comunicarse a cada momento con ellos y simultáneamente. Hoy son cada vez menos los que carecen de un teléfono inteligente. Antes los políticos culpaban a la prensa de tergiversar sus dichos o mostrar sus deslices. Hoy casi todo lo que dicen y hacen queda registrado.

Las contradicciones, cambios de opinión, sus mentirillas y sus simulaciones están en el ciberespacio al que gran parte del mundo tiene acceso desde su computadora o inclusive desde su «celular», desde donde vuela la información en alas de las pantallas sutiles, registradas por cámaras fotográficas y de vídeo que son capaces de captar imágenes y audio de alta calidad, y reproducir y enviar contenidos a grandes distancias en cuestión de segundos, empleando los reproductores de multimedia con soportes tecnológicos diversos que trasmiten los hechos en el momento en que ocurren.

Estos recursos, en Bolivia, permitieron conocer la forma como la policía agredió a los indígenas del Tipnis. Las imágenes dieron la vuelta al mundo y permanecen en Internet y las redes sociales, recordando la forma como se persiguió, apresó y amordazo a los indígenas durante el régimen de Evo Morales Ayma y el ex ministro de gobierno Sacha Llorenti. Este mismo recurso permitió conocer lo que pasó durante el bloqueo de los cooperativistas mineros que dio como resultado seis trágicas muertes. Por el mismo método la ciudadanía conoció detalles de numerosos hechos de corrupción y otras irregularidades. Hay elocuentes testimonios de los desmanes de los masistas que al grito de «guerra civil» asediaron a barrios de El Alto y otros lugares, después de la fuga de Morales, al descubrirse el fraude electoral del 20 de octubre de 2019.

Las ordenes de Morales desde México a sus dirigentes del chapare para que cerquen y bloqueen las ciudades y dejen sin alimento a la gente, fueron registradas y hoy sirven de base para un proceso judicial. Los líos de faldas y las presuntas ligerezas con menores de edad están en las redes sociales, así como las muchas veces en las que Morales ha ofendido la dignidad de las mujeres. No caben desmentidos. Sus negaciones generan un poderoso eco desde las redes sociales con miles de voces que le dicen: ¡mientes! En esta nueva realidad comunicacional se funda la reacción casi irracional de los políticos contra los medios de comunicación y contra las redes sociales que, por gravitación, han salido del control que desean imponer los factores de poder. Los recursos que el ciudadano utiliza para conocer más de lo que ocurre y así poder expresar sus ideas y sentimiento se han convertido en un peligro para los políticos que quisieran tender una muralla para envolver la verdad y blindarla contra la indiscreción de los pueblos. Pero esa pretensión es poco probable que se cumpla, porque la conciencia de libertad y el anhelo de conocer y saber más de la gente, son tan fuertes como la sed y el hambre que mueven a los pueblos y estimulan sus capacidades creativas y de supervivencia.

(*) Fue presidente de la Asociación de Periodistas de La Paz

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