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jueves, marzo 28, 2024
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El valor de la iniciativa privada

La economía de un país se nutre de trabajo, capitales, inversiones, iniciativa, conocimiento, tecnología y libertad empresarial, como principales factores generadores de riqueza. La Constitución Política del Estado prevé la vigencia del Estado en la economía nacional como factor esencial, pero junto a la empresa privada y el cooperativismo. En la armonía con la que se desarrollen estos brazos económico-sociales radica la posibilidad de alcanzar los objetivos de desarrollo y generación de riqueza. En nuestro país, el Estado ha demostrado en reiteradas oportunidades que no es un buen administrador y además, carece del empuje que tiene la iniciativa privada, para cuidar el centavo y perseverar.

Evidentemente hay sectores estratégicos que debería manejar el Estado y otros donde es imprescindible la iniciativa privada. Los recursos naturales como los hidrocarburos, los minerales y otros bienes primarios son importantes para el país, pero se quedan donde están sin el concurso de quienes puedan extraerlos, transportarlos, industrializarlos y comercializarlos. Inclusive poco rinden si no se logra generar valor agregado, que es el factor que permite llegar a los consumidores finales. Bolivia tiene que modernizarse y lograr un verdadero cambio cualitativo en su economía.

Los diferentes factores de producción tienen que tener su complemento en la comercialización, marketing, y competitividad. En el ingenio e inventiva de los gestores de iniciativas que se enfocan en crear, producir lo que necesita la gente, es decir, buscar satisfacer las necesidades de la mejor manera, con mayor eficiencia en tiempo y costos, está el secreto del éxito. Ejemplos de eficiencia y oportunidad hay muchísimos especialmente en la era actual de las nuevas tecnologías. «Estatista, Infografías», medio de información digital y de investigaciones de actualidad, difundió dos artículos sobre Amazon, y las políticas tributarias a las grandes empresas, en los que la periodista de Datos, Mónica Mena Roa hace referencia a la magnitud de crecimiento exponencial de Amazon. Recuerda que el 5 de julio de 1994, el empresario Jeff Bezos creaba una empresa llamada Cadabra, una librería online. Rápidamente rebautizada como Amazon, en honor al río Amazonas, la empresa vendió su primer libro un año después y salió a bolsa en mayo de 1997. Por aquel entonces, ni siquiera los más optimistas podían prever en qué se convertiría Amazon: en una de las mayores y más influyentes compañías del mundo. El pasado viernes, 2 de julio de 2021, las acciones de la empresa cerraron a 3.510,98 dólares, elevando su capital bursátil a 1,77 billones de dólares.

Gracias a unos ingresos cada vez mayores y a un recién encontrado apetito por los beneficios, Amazon lleva un tiempo en una carrera alcista, con el precio de sus acciones casi duplicándose sólo en los últimos dos años. Aunque las acciones de la empresa han parecido una muy buena inversión durante la mayor parte de los 24 años transcurridos desde su salida a bolsa, los últimos cinco años han sido realmente la guinda del pastel.

Cualquiera que sea inteligente, paciente o simplemente lo suficientemente afortunado como para haber comprado acciones de Amazon en la OPV de 1997 y mantenerlas, puede ahora contemplar una pequeña o, dependiendo de la inversión inicial, considerable fortuna. Una inversión inicial de 1.000 dólares, suficiente para comprar 55 acciones a un precio de 18 dólares por acción en mayo de 1997, valdría ahora más de dos millones de dólares. Además de la subida del precio de las acciones de 18 a 3.510 dólares, el enorme rendimiento

Otro ejemplo de un avance en la comprensión sobre las políticas impositivas la dieron los países altamente desarrollados. Mónica Mena Roa describe que los ministros de Finanzas del G7 alcanzaron un acuerdo histórico sobre el impuesto de sociedades, por el que los siete países se comprometen a aplicar un tipo mínimo del 15% para las grandes empresas. El objetivo de este nuevo modelo global es impedir que las grandes multinacionales y gigantes tecnológicos, como Amazon y Microsoft, deslocalicen su sede a otro país donde tengan un trato fiscal más favorable, además de hacerles pagar sus impuestos en los países donde operan. La OCDE estima que el impuesto mínimo corporativo generará entre 50.000 y 80.000 millones de dólares de ingresos adicionales para los países miembros. En la actualidad, la tasa de impuestos a la renta de Irlanda es del 12,5%, lo que ha llevado a Google, Facebook y otros gigantes tecnológicos a establecer sus sedes europeas en Dublín. El ministro de Finanzas irlandés, Paschal Donohoe, ya ha señalado que su país perderá 2.000 millones de euros anuales con este nuevo modelo, ya que Irlanda disfruta del tercer impuesto de sociedades más bajo de la UE después de Hungría (9%) y Suiza (8,5%). Por el contrario, Portugal (30%) y Francia (28,4%) tienen una de las tasas más altas y España se queda un poco por debajo con el 25%.

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