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miércoles, marzo 27, 2024
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Escaleras y caballos de pan para ayudar al tránsito de las almas

Panes con forma de escaleras para ayudar al tránsito de las almas y otros con siluetas de caballos para que se lleven las ofrendas hechas por sus seres queridos son parte de la arraigada tradición de las mesas o altares que se preparan en las celebraciones del Día de los Difuntos.

La creencia señala que las almas de los difuntos descienden desde los cielos el 1 de noviembre al mediodía para comer y beber lo que en vida les gustaba y luego dejan este plano tras haberlo visitado durante un día.

Para esperarles, los bolivianos preparan las llamadas «mesas» o altares con panes de distintas formas, fruta, bebidas, flores y la comida que los difuntos disfrutaban en vida, entre otros elementos.

Con miras a la festividad, en La Paz se montaron ferias callejeras para la venta de panes, galletas, dulces y las llamadas «masitas» o bollería dulce en su mayoría, todo para recibir a las almas de los difuntos.

Una de estas ferias se encuentra en la plaza Mayor de San Francisco, una de las más concurridas en el centro histórico paceño, donde algunas panaderas y reposteras hacen gala de sus conocimientos sobre la festividad, a la par de ofrecer delicias a los transeúntes.

Es el caso de Mabel Rivera, en cuyo puesto de venta se encuentran desde las tradicionales «t’antawawas», los panes antropomórficos que representan al difunto, y los maicillos, una especie de galletas de harina de maíz, además de las escaleras, caballos y galletas con formas de soles, lunas, cruces y estrellas, entre otros.

«La escalera es para que baje y para que se vaya en el momento del inicio y el recojo de la mesa. El sol y la luna es lo mismo, en el día viene y en la noche se va», explicó Rivera a Efe.

También están los bizcochos, unas piezas rectangulares hechas sobre todo con huevos, azúcar y harina que, según Rivera, emulan al ataúd de los difuntos.

Las dulces empanadas, similares al maicillo pero con mermelada al medio, las empanadas de dulce de lacayote, una fruta de los Andes, los panes de chocolate, alfajores y los suspiros o merengones son parte de la variada oferta.

Según Yolanda Llanque, otra panadera que participa en la feria, las escaleras también ayudan a las almas a subir y bajar por los cerros que se encuentran en su travesía, mientras que los panes con forma de caballos, llamas o burros son «para que se lleven sus ofrendas».

T’antawawas y dulces

Las «t’antawawas», panes de niño en aimara, llevan unas pequeñas máscaras de yeso que las caracterizan como hombres, mujeres, ancianos, niños e incluso según la profesión que hubiera tenido el difunto, indicó la vendedora a Efe.

«Si ha fallecido una mujer, se hace de mujer, si era de pollera, o de vestido; si era varón igual se hace como ha sido el caballero, con su bigotito», detalló Llanque.

Estas diversas caretas se venden por montones en lugares como la plaza Santa Cruz, en el populoso barrio El Rosario, a unas cuantas calles de San Francisco.

Allí se encuentran máscaras con rostros pintados de hombres, mujeres y niños para representar a los difuntos, y otras de caballos, perros, danzas folclóricas, superhéroes, personajes de programas de televisión o películas, en alusión a los gustos de los fallecidos, e incluso algunos caracterizados con barbijos o mascarillas quirúrgicas por la pandemia.

Además de los panes y «masitas» también hay elementos de azúcar estirado, como escaleras, candelabros, canastas, floreros e incluso ángeles.

La tradición de recordar con cariño a los difuntos ha perdurado por varias generaciones en Bolivia y «en toda Latinoamérica», afirmó Rivera.

«No debemos hacer perder eso, seguimos esperando a nuestros muertitos», concluyó Llanque.

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