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viernes, abril 19, 2024
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Feminicidios: Plan de «urgencia y emergencia»

Todos los esfuerzos que se hagan para prevenir, desalentar y castigar la violencia contra las mujeres merecen ser apoyados sin objeciones, pero al mismo tiempo, es necesario que las determinaciones que se adopten -para que cumplan sus objetivos y logren la participación de la comunidad- sean realistas, realizables, y fundamentalmente, que ataquen el problema central, la naturaleza de la violencia, el origen de las disputas, en otras palabras, las causas de estas punibles acciones. Existen normas legales, se han creado organismos especializados, hay recursos presupuestados, pero desgraciadamente, los casos lejos de atenuarse parece que aumentan.

¿Porqué de esta situación?, ¿qué está pasando en el seno familiar?, ¿qué ha cambiado en la relación de pareja? Hay muchas interrogantes más que es necesario analizar. El Gobierno ha convocado a un gabinete especial que ha tratado el tema y ha decidido una serie de acciones apoyadas por disposiciones legales en un plan denominado de «urgencia y emergencia». Se aprobaron también dos decretos supremos para mejorar y fortalecer la lucha contra el abuso a las mujeres. Inclusive se aprobó un decálogo que comprende pactos dirigidos a prevenir la violencia.

El Decálogo se compone de diez pactos para que un porcentaje del presupuesto asignado a seguridad ciudadana, proveniente del IDH (Impuesto Directo a los Hidrocarburos), se destine a la lucha contra la violencia. Otro pacto para prevenir la violencia desde el sistema educativo, con padres, maestros y estudiantes para construir medidas de prevención. El tercer pacto busca eliminar la impunidad con la Policía, la Fiscalía y el Órgano Judicial con el fin de acelerar la justicia para la mujer. El cuarto pacto es con las familias, para promover una cultura de valores. El quinto busca «enfrentar la violencia desde todas las instancias del Gobierno. Cada funcionario debe conocer las normas y entender la problemática para mejorar la atención contra la violencia».

El sexto pacto está dirigido a comunicar y desnaturalizar la violencia a las mujeres con el fin de avanzar en una cultura de no violencia, y los otros pactos son con alcaldías y gobernaciones para mejorar la atención a víctimas de violencia; Pacto con las empresas privadas para combatir la violencia al interior de las mismas; con las organizaciones sociales para que se constituyan en promotoras y vigilantes de la lucha contra la violencia; estudiar la posibilidad de considerar el feminicidio como delito de lesa humanidad y si es posible lograr que el tratamiento será internacional.

Pero con decálogos, exhortaciones, poemas y declaraciones no se logrará mucho. Es necesario establecer las causas principales con claridad, sinceridad y una autocrítica que permita reconocer la realidad. En los últimos meses, dada la divulgación de tantos hechos de violencia y reclamos por justicia, ha habido muchos aportes que buscan esclarecer el problema. Activistas, estudiosos, analistas, pedagogos, feministas criminólogos, psicólogos y otros profesionales han analizado la situación desde diversas ópticas en un conjunto que merece ser adoptado como base de un estudio más especializado.

Entre los aportes hay muchos aspectos que confluyen y que deberían ser tomados en cuenta. En un análisis sobre el tema, la escritora Cecilia Marchi Moyano señala que «muchas agrupaciones y líderes han buscado soluciones y mecanismos de prevención contra la violencia íntima de pareja. En general acusan al mismo culpable: el machismo patriarcal. Bolivia es sin duda un país sexista, pero ¿el machismo es el único responsable? Si se tratara de la única causa, ¿por qué no todos los hombres maltratan a su pareja? ¿Por qué otras sociedades con mayor uso de imágenes sexistas, con roles de género más establecidos o con menos libertades tienen menor índice de asesinatos que Bolivia? Quizás ver otros posibles factores pueda darnos más posibilidades de comprender cómo mejorar la vida de todos».

Otros analistas coinciden en señalar como causas el alcohol, las drogas, el relajamiento en el comportamiento social, tanto de hombres como de mujeres; el irrespeto por normas que se las considera caducas como la moral, la ética y hasta el buen comportamiento. Sin duda en los actuales tiempos hay un deterioro de la interacción familiar que conduce al resquebrajamiento de los valores de la familia, como respeto recíproco, agradecimiento, solidaridad, colaboración, unión, cariño y amor filial. Es en el seno familiar primero y luego en la escuela donde se debe cultivar las normas sociales. Sin duda la base formadora de principios es la familia, donde los padres tienen la misión de educar a los hijos con valores cívicos, morales, espirituales y de comportamiento con los demás, de respeto por la vida y los derechos de todos.

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