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jueves, abril 25, 2024
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Héroes que alimentan

Gary Antonio Rodríguez Álvarez (*)

Cierta vez leí algo que me impactó y dejó pensando, decía algo así: «Al menos una vez en tu vida necesitarás de un médico, un abogado o un arquitecto, pero todos los días, tres veces al día, necesitarás de un productor agropecuario». Piénselo bien: ni el crujiente pan del desayuno, ni la rica sopita del almuerzo, ni el jugoso asado de la cena serían posibles, sin que alguien produzca el trigo, las verduras y las carnes que se precisan.

Es cierto que todas las profesiones son importantes, pero nuestra sobrevivencia depende de pocas. ¿Podemos vivir sin un Profesor? Sí, ignorantes, pero sí. Tampoco dependemos de los Geólogos, Astrofísicos o Nanotecnólogos, pero ¿qué de los productores agrícolas y pecuarios? Sin aquellos podríamos subsistir, pero sin los productores agropecuarios estaríamos perdidos.

Ingerir alimentos se nos hace algo tan natural por su cotidianidad y por la facilidad de acceder a ellos, que no reparamos en la importancia vital de quienes los producen, de ahí que no valoremos tampoco a nuestros agricultores y ganaderos que, cada día, mientras nosotros aún dormimos, ellos se trasladan al campo -o viviendo allí- madrugan para trabajar a fin de prodigar el alimento diario.

Si hay un trabajo que es 24/7, es el agropecuario, con faenas de noche y de día para permitirnos el deleite del azúcar que endulza nuestro té, café, con o sin leche, además del cereal, queso, mantequilla, yogur, huevo, frutas, etc., que disfrutamos en el desayuno. ¡Imposible servirse el espectacular churrasco o el tradicional majadito, el delicioso chicharrón o el crocante «pollo a la broaster», sin que alguien no produjera antes los cereales, vegetales o animales necesarios!

¿Sabía Ud. que este año casi todas las actividades productivas y comerciales decayeron en Bolivia, provocando un bajón del PIB del 11,11% al primer semestre? Sin embargo, alguien sacó la cara en medio de la crisis. Ni la pandemia del coronavirus, ni la cuarentena, ni el limitado acceso a los insumos que utilizan, impidieron que el sector agropecuario crezca 1,5% en dicho lapso. El costo fue alto, ya que el Covid-19 cobró muchas vidas -varios productores amigos míos murieron- pero gracias a su sacrificio seguimos comiendo y estando vivos.

Por tanto, cada vez que nos sentamos a la mesa deberíamos dar gracias a Dios, no solo por la provisión que viene de Él, sino también por nuestros productores agrícolas y pecuarios que, cual héroes anónimos que honran su noble vocación, trabajan toda su vida para alimentarnos.

(*) Economista y Pastor. Santa Cruz

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