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martes, abril 23, 2024
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La cruzada contra el hambre y el desperdicio de alimentos

La perversa fórmula hambre-desperdicio ha encontrado a su némesis en la ciudad de Cochabamba, donde decenas de voluntarios rescatan a diario alimentos en buen estado que están a punto de ser desechados, para repartirlos en casas de acogida de niños y ancianos.

Los voluntarios son parte del Banco de Alimentos de Bolivia, el único que hay en el país, puesto en marcha por iniciativa de un grupo de universitarios preocupados por la paradoja de la desnutrición y el desperdicio de alimentos, explicó a Efe la fundadora y directora general de la entidad, Nicole Guerrero.

Si bien en el país se hacen colectas solidarias de alimentos en momentos específicos del año, como Navidad o la época invernal, a nadie se le había ocurrido hasta ahora una propuesta sostenible en ese sentido, que es lo que caracteriza a un banco de alimentos.

«El banco de alimentos es el único sistema que contribuye a erradicar el hambre de manera sostenible, porque se lo alimenta todos los días. Es un uso eficiente de los recursos, un puente entre la abundancia y la escasez», aseveró Guerrero.

Los orígenes

Los primeros pasos fueron dados en 2017, cuando once estudiantes de la Universidad del Valle, entre ellos Guerrero, comenzaron a investigar sobre el desperdicio de alimentos y los problemas de hambre y desnutrición en Bolivia.

Esto después de conocer a un docente de la Universidad de La Plata, quien les comentó sobre el funcionamiento del banco de alimentos en esa ciudad argentina.

«Tenemos la certeza de que son al menos 1.800 toneladas de alimento en perfecto estado que se desechan en un día en Cochabamba», indicó la joven.

Esos alimentos se desechan desde todos los sectores involucrados en la producción y consumo, desde los agricultores, vendedores y locales y servicios de alimentación hasta los hogares, precisó.

Unas cifras llamativas en una ciudad como Cochabamba, cuya gastronomía es ampliamente conocida en el resto de Bolivia y se la considera la capital gastronómica del país.

Los jóvenes también rescataron los datos de un informe de 2015 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que señalaba que dos millones de bolivianos, el 15 por ciento de la población, sufren de desnutrición crónica.

«A partir de estas investigaciones decidimos fundar el primer banco de alimentos», con una primera colecta en agosto de 2018, recordó Guerrero.

La recolección

Lo que comenzó como un proyecto de once personas hoy mueve a al menos dos centenares de voluntarios, noventa de ellos fijos, que alternan para recolectar alimentos «todo el día, todos los días», de empresas y mercados populares que se sumaron a la iniciativa.

Las cantidades que se recogen a diario no son tan grandes como las que se obtienen en colectas mayores cada dos semanas en los mercados, en las que un número también mayor de voluntarios recibe «todo el alimento que ya no van a vender las ‘caseritas'», como se llama cariñosamente a las vendedoras populares.

Según Guerrero, inicialmente las ‘caseritas’ veían la iniciativa con algo de susceptibilidad, pero al constatar «la constancia y perseverancia» de los voluntarios, terminaron entendiendo su labor.

A veces las vendedoras terminan su jornada y quieren volver pronto a casa, pero no saben qué hacer con los productos sobrantes, por lo que les viene bien la ayuda de los voluntarios para que no se desperdicien o generen basura.

«Nosotros evitamos que ella tenga que botar al basurero o gastar tiempo y energía en qué hacer con ese alimento, que nosotros lo recogemos y repartimos», explicó.

También trabajan con empresas de alimentos procesados cuya fecha de vencimiento está próxima y ya no se pueden comercializar, por lo que antes de botarlos o destruirlos, los entregan al banco de alimentos para su redistribución inmediata.

Lo mismo con algunos servicios de catering, restaurantes y hoteles que les entregan alimentos sobrantes, además de un convenio con la Intendencia Municipal para redistribuir los productos decomisados por esta entidad.

Beneficiarios y planes

El alimento recolectado se distribuye en instituciones con las cuales el banco tiene convenios, mayormente centros de acogida de menores, además de asilos de ancianos y comedores populares.

Comenzaron con un alcance de 60 niños y ahora la población beneficiaria llega a las 8.500 personas, afirmó Guerrero.

Los centros beneficiarios pagan una especie de membresía mensual que no cubre el coste de los alimentos, pero sí los gastos de logística del banco, lo que hace que la iniciativa sea sostenible.

En su año y medio de funcionamiento, el banco ha redistribuido más de 30.000 kilos de alimento en perfecto estado.

El sistema que emplea «prueba que no es necesario invertir en la producción de más alimento para que deje de haber hambre», sino que es posible «hacer una redistribución eficiente e inmediata» para dar un uso adecuado a los productos existentes.

La aceptación que han tenido en Cochabamba motivó a que se planteen expandirse este año a La Paz y luego a Santa Cruz, las otras dos regiones bolivianas más pobladas, con miras a formar más adelante una red nacional.

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