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miƩrcoles, marzo 27, 2024
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La gran revuelta de la estima

VĆ­ctor Corcoba Herrero

Pienso que vivimos un momento en el que es necesario llevar adelante una gran revuelta, sobre todo en lo que se refiere a la estima de todo ser humano. El mundo, en su conjunto, requiere reposar y repensar, ver la manera de salvaguardarse de tanto rencor sembrado. Por tanto, creo que es hora de enternecerse, con quienes se convive, para poder atraer ese espĆ­ritu conciliador que todo el orbe demanda con urgencia. Lo armĆ³nico es lo que da vida, lleva consigo esa capacidad de fascinar y comunicarse, o sea, de vivir abriĆ©ndose a los demĆ”s. No podemos levantar muros. Eso ha de ser pasado. La prioridad pasa por escuchar y acompaƱar. Luego, tomando la verdad como lenguaje se acompasa el ritmo y se regulariza la ilusiĆ³n. Por otra parte, nos hace falta el pan diario de la juventud, al menos para borrar tantas falsedades sembradas que nos llevan a enfermar socialmente. Indudablemente, hemos tambiĆ©n de actuar con clemencia, en esa cercanĆ­a hacia el anĆ”logo, sobre todo para no caer en los errores del pasado, pues como decĆ­a San Ignacio: Ā«El amor se manifiesta mĆ”s en las obras que en las palabrasĀ» y, en consecuencia, Ā«estĆ” mĆ”s en dar que en recibirĀ». Ā”DonĆ©monos!, entonces. Sentiremos una felicidad en el alma que es de agradecer.

Desde luego, la generosidad hay que ponerla en valor, si en verdad queremos hacer valer los encuentros, mĆ”xime en un momento de tantas idas y venidas absurdas, de vueltas y revueltas sin consideraciĆ³n hacia nadie, con la proliferaciĆ³n de grupos extremadamente violentos que nos estĆ”n dejando sin nervio y sin verbo. Por cierto, nos hemos acostumbrado a tragar un aluviĆ³n de disfraces, o de vidas en apariencia de difĆ­cil retorno a lo autĆ©ntico. Tanto es asĆ­, que hay verdaderos encubridores del embuste para que parezca certeza, disimilando el engaƱo y ocultando las intenciones. Sin ir mĆ”s lejos, algunos de los sembradores del terror han dado un uso tergiversado de la religiĆ³n y una falsa interpretaciĆ³n de los textos religiosos para incitar y justificar la violencia. Ante esta triste situaciĆ³n, no debemos olvidar que la barbarie no tiene defensa alguna. Este tipo de hechos son tan aborrecibles como demoledores porque sus simientes son de odio, hasta el punto de que cada dĆ­a es mĆ”s complicado mantener seguros a los ciudadanos. En cualquier parte del planeta te pueden sorprender los terroristas, dispuestos a encontrar cualquier debilidad en nuestra defensa. Por ello, como dice Naciones unidas, hay que ir por delante de ellos para prevenir que las mismas tecnologĆ­as se puedan convertir en armas letales. Esta es la cuestiĆ³n, de ahĆ­ la necesidad de cambiar el corazĆ³n, y la mejor manera de hacerlo es bajo la estima del abrazo.

Llegado a este punto, me viene a la memoria esta inolvidable frase de Quevedo, en referencia a aquellas gentes de bien, que Ćŗnicamente atienden al lenguaje interno, ya que Ā«sĆ³lo con el corazĆ³n se hablanĀ». En efecto, es el mundo de los afectos el que nos pone en camino, en movimiento, sin tristezas ni sensaciĆ³n de cansancio. Hoy mĆ”s que nunca nos hace falta mantenernos activos, permanecer en guardia en todo lugar y durante todos los dĆ­as, puesto que Ćŗnicamente a travĆ©s del esfuerzo y la constancia, podemos abrazarnos y entendernos, en un mundo fracturado como jamĆ”s, que precisa un futuro compartido para construir sociedades justas e inclusivas, solidarias y libres, capaces de restituir tantas dignidades perdidas, y desalojar tantas incertidumbres creadas por nuestro afĆ”n egoĆ­sta.

Hace tiempo que corremos el riesgo de ser reducidos a un mero producto de mercado y consumo, y esto harĆ” del mundo, un verdadero infierno para todos. ĀæDĆ³nde ha quedado el amor y nuestra capacidad de amarnos? Crear las condiciones idĆ³neas es una responsabilidad que nos debe involucrar a todos, sin excepciĆ³n alguna. Sin duda, es a partir de esa uniĆ³n y unidad de paĆ­ses como se avanza humanamente.

A propĆ³sito, en este sentido de hermanarse, no podrĆ­a haber elegido Austria un mejor lema para su presidencia de la UniĆ³n Europea, que el de: Ā«Una Europa que protegeĀ». Ciertamente, la humanidad desea una mayor protecciĆ³n, o si quieren un mayor sentido de consideraciĆ³n, seguridad y orden. Finalmente, tambiĆ©n me complace que la Presidencia se centre en asegurar la estabilidad en el vecindario de Europa, en la ciudadanĆ­a europeĆ­sta, siempre dispuesta a construir comunidades donde cada uno se sienta reconocido como persona y ciudadano, titular de obligaciones y derechos, donde la Ć©tica de las exigencias sea lĆ”mpara de curso de las relaciones. Ahora bien, no vayamos a quedarnos solo en palabras, nuestro trabajo es el de alentar y guiar, el de construir sociedades dignificadas, respetuosas con toda vida, con todo ser humano, no permitiendo que nos mutilen el entusiasmo, fortaleza tan valiosa como necesaria.

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