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jueves, marzo 28, 2024
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Miedo a la biotecnología

Las esperanzas de que Bolivia ingrese a competir en la producción agropecuaria en igualdad de condiciones con los países vecinos es incierta por la legislación actual y las posiciones dubitantes. El sector agrícola oriental y naturalmente en todo el territorio nacional se aspira a lograr producir a economía de escala y con los beneficios que ofrecen los avances tecnológicos, de manera que se haga realidad el anhelo de lograr que la agro-producción sea el principal rubro de las exportaciones nacionales.

Recordemos que ya anteriormente, el Gobierno y la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO) fueron protagonistas centrales de la llamada cumbre agropecuaria “Sembrando Bolivia” que se propuso el objetivo de incorporar a la producción medio millón de hectáreas de tierras de cultivo, y lograr no solamente que el país sea autosuficiente, sino que exista capacidad para exportar excedentes y generar riqueza. Para ello el propio presidente Morales se mostró proclive a ampliar la producción con tecnología de punta y naturalmente el uso de semillas genéticamente modificadas. El gerente de la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo), Jaime Hernández, lamentó la postergación, ya que esperaban una decisión más ágil, pero señaló que de todas maneras es un avance el hecho de que se evalúe la propuesta. El agro oriental pidió al Comité de Bioseguridad autorizar el uso de transgénicos resistentes a la sequía en algunos cultivos. Hernández dijo que la respuesta del Comité ya debió haberse emitido, pero la evaluación involucra la realización de ensayos de validación, por lo que sólo queda esperar. De todas maneras, en algunos sectores del agro hay optimismo por que se logre conseguir el aval para el empleo de las nuevas tecnologías. El presidente de la Cámara Agropecuaria de Pequeños Productores del Oriente (Cappo), Isidoro Barrientos, considera que la insistencia sobre la conveniencia del uso de transgénicos ha “ablandado” al Gobierno, lo que representa una esperanza para evitar pérdidas a causa de la sequía. La autorización de la norma que permite la producción de biocombustibles es en los hechos un avance importante, que debe ser ampliado a otros sectores. El mes pasado, el ministro César Cocarico, concertó una reunión con los dirigentes de los productores del Norte Integrado de Santa Cruz, donde se debatió la posibilidad del uso de semillas genéticamente modificadas de al menos tres cultivos: soya, caña y algodón. La siembra de soya ya utiliza algunas variedades de semillas transgénicas, pero no es el único caso en el país, ya que se dio luz verde a la biotecnología al aprobarse la Ley 1098 de Etanol y de Aditivos de Origen Vegetal. Esa norma marca oficialmente el ingreso de Bolivia a la producción de los biocombustibles, con el etanol conseguido a partir de la producción de la caña de azúcar y con el biodiesel, a partir de la producción de la soya y otras oleaginosas. En esta producción se toman procesos de modificación genética.

La producción de estos energéticos conlleva la necesidad de producir más granos y aceites, y por lo tanto aumentar áreas de cultivos, mejorar la productividad y rendimiento por hectárea, lo que supone la introducción de bio-tecnología. Las semillas genéticamente modificadas duplicas y hasta triplican la producción por hectárea, además de ser más resistentes a plagas y temporales. En la norma sobre producción de energéticos se evita utilizar el nombre de transgénicos, pero en los hechos se trata de lo mismo. De todas maneras, al parecer, la prohibición expresa de la Constitución ya no será un obstáculo. No olvidemos que ya en otros temas de tanta o mayor importancia se pasó por encima de la CPE. Lamentablemente, parece que persiste el miedo a los transgénicos ya que vuelve a postergarse la posibilidad de su utilización. El viceministro de Desarrollo Rural, Pedro Damián Dorado, les comunicó a los agro-productores que la propuesta cruceña debe ser evaluada técnica y científicamente por el Comité de Bioseguridad y que eso puede tomar entre uno y dos años.

Esta es la oportunidad de dar pasos necesarios para hacer realidad la soberanía alimenticia impulsando al agro. En realidad, ese debería ser eje de las políticas centrales del país, que indudablemente y para tranquilidad de los conservadores, debe ser concertada con la importancia del modo de producción de los alimentos y su origen. Esto significa, cuidar el medioambiente. El mayor y más complicado problema es conciliar esta realidad. Para lograr este objetivo se requiere el entendimiento y la armonía de varios factores que confluyen, entre ellos, evidentemente, la adopción de políticas de Estado claramente definidas y en sintonía con el sector agropecuario. Ya existen planteamientos que han definido una serie de metas, y la coincidencia de contar con un entorno amigable al medioambiente, y una relación de entendimiento propicio y factible, basado en fundamentos que permitan hacer realidad la aspiración de convertir a Bolivia en un país agro productor.

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