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jueves, marzo 28, 2024
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Navidad, símbolo de esperanza

El espíritu de la Navidad no deja de palpitar en las conciencias de creyentes, indiferentes o agnósticos, pese a que el materialismo impone su irracional ofrenda al dinero, a las compras innecesarias, a la ostentación y a los regalos, cada vez menos navideños. Los mensajes de paz, tolerancia, amor al prójimo, respeto y solidaridad que surgen en la Noche Buena y la Navidad, se impregnan en casi toda la humanidad, que con distintos matices, considera estas fechas como símbolos de la fraternidad global. Bolivia conserva tradiciones muy ricas que llegaron del viejo mundo, y que han sido asimiladas junto a tradiciones propias que, en un sincretismo enriquecedor, han dado paso a toda una gama de costumbres fuertemente arraigadas.

Sin duda, el sentimiento que emerge con el nacimiento de Jesús y sus consecuencias históricas y de fe, y su relación con el judaísmo, cristianismo, el catolicismo y hasta con el islamismo, han dado lugar a cultivar el acontecimiento transformador más profundo de la historia de la humanidad, que ha derivado tanto en la posibilidad de fortalecer el humanismo edificante, enriquecedor del conocimiento y la fraternidad, como a desatar tensiones, guerras santas, odios religiosos y una serie de acciones depredadoras nacidas en el dogmatismo religioso, que a su vez se ha combinado con la política, dando lugar a una mezcla ideológico religiosa altamente explosiva.

Se esperaba que conforme avanza el nuevo siglo, el avance de las tecnologías, la ciencia y las posibilidades de conocimiento, avanzara el camino de la esperanza porque los radicalismos y fundamentalismos no solamente se atenúen, sino que den paso a la tolerancia y respeto por las ideas y creencias ajenas. Lamentablemente no es así, en el pasado el espíritu navideño influía hasta en los más belicosos permitiendo una tregua en los conflictos armados, pero hoy en lugar de mandar bendiciones, los enemigos de la paz envían drones armados de bombas. Los ataques de Rusia a Ucrania continúan desoyendo los pedidos de paz.

Asimismo, mientras en los organismos internacionales la mayoría de los países comprometen a buscar la paz, la armonía, fortalecer la democracia y la justicia; proteger al medio ambiente y luchar contra el narcotráfico, en muchas partes del planeta se hace todo lo contrario, y queman bosques, se coartan las libertades y se olvida el concepto de justicia. En nuestro país, la nueva Constitución Política establece que el Estado respeta y garantiza la libertad de religión y de creencias espirituales. El Estado es independiente de la religión, es decir, es un Estado laico. La anterior Constitución reconocía a la Iglesia Católica, como la religión oficial. El cambio no ha disminuido la fe ni las creencias religiosas, especialmente cuando se trata de la celebración de la Navidad, que es casi absoluta en la población en casi todas sus capas sociales y culturales, naturalmente, con peculiaridades regionales y tradiciones propias, que hacen de esta festividad religiosa un acontecimiento que involucra a todos, aunque algunos deseen abstraerse.

Todavía, felizmente, por lo menos en esta fiesta religiosa, ceden los aprestos de confrontación y se da paso al sentimiento de solidaridad, pese a que cada vez la gente se rinde más al marketing comercial. De todas maneras, una gran mayoría recrea el nacimiento del Niño Dios, adorna lo mejor que puede el pesebre, aunque para ello apele al pasto artificial, a la paja de polietileno, o a los focos intermitentes ahorradores en reemplazo de las velas de cebo; además de adornar con chucherías a los arbolitos navideños que ahora son de plástico. En algunos aspectos, el cambio es notorio, ya pocos hacen grupos de adoradores y llevan de casa en casa sus cánticos de villancicos. Es más fácil utilizar la computadora con la que se puede conseguir tanto villancicos tradicionales como los de última generación electrónica.

Las redes sociales han reemplazado al abrazo navideño, y los mensajes vuelan por Internet mediante el correo electrónico, WhatsApp, Facebook y otros recursos que han reemplazado a las tarjetas navideñas y han impreso un nuevo lenguaje de correspondencia y de generación de grupos de pertenencia en los se destila un deseo de amistad y unión a pesar de la distancia. Lo que no cambia, pese a los esfuerzos que se han hecho durante décadas, es la pobreza, que deja a miles en el país mirando como festejan los pudientes y quienes se acomodan a las circunstancias, poniendo «al mal tiempo buena cara», sabiendo que los lujos y maravillas de la tecnología que se publicitan, son inalcanzables para la mayoría. Felizmente, tampoco cambia el mensaje de amor que se levantó desde un humilde pesebre y que perdura aun después de 2022 años, conmoviendo las fibras más íntimas de miles de millones de seres humanos en todo el mundo. Esperemos que el momento de recogimiento que surge de la Navidad permita extender entre los bolivianos un sentimiento de tolerancia, paz, fraternidad y comprensión, para asimilar que primero está el ser humano, su bienestar, su libertad y sus derechos, antes que las ideologías.

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