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jueves, abril 25, 2024
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Pactópolis: No asegura triunfo, aumenta probabilidad de éxito

Dr. DAEN Waldo Ronald Torres Armas

No es tiempo de actuar con actitudes de superioridad y de menosprecio. El mandato de las urnas no dará a nadie mayoría absoluta. No entender el mensaje de la realidad, es un suicidio político.

Todos se ofrecen para dialogar ¿Pero realmente tienen la voluntad? ¿Meditaron sobre las consecuencias de no lograrlo? Algunos creen, incluso, que tiene más rentabilidad electoral el desacuerdo que el acuerdo. Pactar no es claudicar. Se trata de evitar más degradación institucional, de ser trascendentes, determinantes, de privilegiar «el fin superior» de restaurar la democracia y la alternancia en el poder, como mandato superior de la sociedad.

Dado que el poder es el único objetivo del Pacto, en política rige la permuta; no se puede ser Presidente por desistimiento ajeno; no hay Pactos gratuitos; es un error sobre valorar apoyos electorales para negociar. El camino está en concentrar el voto en quien podría ser el partido conductor del futuro gobierno. El resto, que tienen la esperanza de obtener significativa pero insuficiente votación, deben avenirse a facilitar la obtención de mayoría simple y/o absoluta en aras de la necesaria estabilidad y gobernabilidad futura del país, pero no a cambio de nada. Una negociación política debe obedecer a la premisa de que todas las partes deben sentir que salen ganando. Lo más racional es que impere la proporcionalidad y que se negocie porciones de poder institucional en función al porcentaje de votos previsibles que aportaran.

¿Qué incentivos institucionales y políticos hay para un Pacto pre electoral? Un Pacto no asegura el triunfo, pero aumenta la probabilidad de éxito, ya que implica una reducción en el número de contendientes y por lo tanto mayor votación; al combinar fuerzas, aumenta la competitividad; se mitigan sus debilidades; se aumenta la representación en el Parlamento; se mantiene el registro como partido político; se optimiza la utilización de los recursos económicos y humanos en la campaña y se abre una proyección exitosa en las elecciones regionales y locales.

La ciudadanía les reclama «sentido de Estado» por lo que están condenados a entenderse. Al ser ideológicamente compatibles y cercanos están en sintonía, no hay pretextos; sumados, acumularían mayor legitimidad, credibilidad y esperanza en su compromiso común con la aplicación de las políticas públicas. Rechazar una «entente cordiale» significaría una decepción y una regresión de lo obtenido. Al insistir en sus personalismos posibilitarán la supervivencia del despotismo por lo que serán estigmatizados como traidores de las expectativas democráticas.

Quien especula o adivina el voto, pierde. Nadie ha ganado nada aun y ganar no significa gobernar. Un escaño puede ser la frontera entre la restauración democrática y la involución.

Con mayor sensatez y responsabilidad, otra Bolivia es posible.

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