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sábado, abril 20, 2024
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Paz y armonía para Bolivia

Los momentos que inspiran a la meditación, como la Navidad, deben ser aprovechados para evaluar el pasado, fortalecer el presente y proyectar el futuro. Bolivia está saliendo de una crisis institucional, política y social muy complicada, pero alentada por deseos de paz y concordia, dejando en el pasado la confrontación solamente para recordar los malos momentos que vivió la Patria y que ojalá nunca más se repitan. La tradición espiritual que irradia la Navidad es felizmente todavía fuerte, pese a que cada vez se asienta más esta festividad en lo material. Pero el espíritu navideño no deja de palpitar en las conciencias de creyentes, indiferentes o agnósticos.

Los mensajes de paz, tolerancia, amor al prójimo, respeto y solidaridad que surgen en la Noche Buena y la Navidad, impregnan a casi toda la humanidad, que, con distintos matices, considera estas fechas como símbolos de la fraternidad global. Nuestro país conserva costumbres muy ricas que llegaron del viejo mundo, y que han sido asimiladas junto a tradiciones propias que, en un sincretismo enriquecedor, han dado paso a toda una gama ritos y creencias fuertemente arraigados, que se mantienen a pesar de las vicisitudes que gran parte de la población padece.

No olvidemos que la mezcla de ideología, fe y religión ha sido y es el factor más destructor que ha regado de sangre al planeta. En nuestro país, la actual Constitución Política del Estado establece que el Estado respeta y garantiza la libertad de religión y de creencias espirituales. El Estado es independiente de la religión, es decir, es un Estado laico. Para evitar el dogmatismo que enceguece y desconoce el derecho de los demás, es preferible como sabiamente dice la Biblia, dejar «al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».

La anterior Constitución reconocía a la Iglesia Católica, como la religión oficial. Pero el cambio no ha disminuido la fe ni las creencias religiosas, especialmente cuando se trata de la celebración de la Navidad, que es casi absoluta en la población en casi todas sus capas sociales y culturales, naturalmente, con peculiaridades regionales y tradiciones propias, que hacen de esta festividad religiosa un acontecimiento que involucra a todos, aunque algunos deseen abstraerse. Lo que no cambia, pese a los esfuerzos que se han hecho durante décadas, es la pobreza, que deja a miles en el país mirando como algunos festejan haciendo derroche y ostentación, mientras otros se acomodan a las circunstancias, poniendo «al mal tiempo buena cara», sabiendo que los lujos y maravillas de la tecnología que se publicitan, son inalcanzables para la mayoría.

Felizmente, tampoco cambia el mensaje de amor que se levantó desde un humilde pesebre y que aún perdura, conmoviendo las fibras más íntimas de miles de millones de seres humanos en todo el mundo. Felizmente, es evidentemente que por lo menos en esta fiesta religiosa, ceden los aprestos de confrontación y se da paso a efusiones de solidaridad. Hacemos votos porque la paz, la concordia, la fraternidad y los mejores sentimientos altruistas que afloran en estas fiestas se extiendan para todos los bolivianos y para siempre.

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