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miércoles, abril 24, 2024
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Un Día del Mar, diferente

Mucho cambió en Bolivia desde las expresiones cívicas y patrióticas del pasado demandando el derecho a una salida al mar, arrebatado por Chile. El grito de Abaroa, logra un eco diferente, con nítidos sentimientos de enojo y protesta. La manipulación política de la causa marítima, y el haber puesto por delante las afinidades ideológicas antes que el interés nacional, han colocado nuevos candados en la ruta hacia el Pacifico. Bolivia nunca va a renunciar a lograr una salida soberana al mar, pese a las frustraciones derivadas de las negociaciones defectuosas que deben ser tratadas por la justicia, cuando la ley deje de estar al servicio del poder político. Felizmente las motivaciones que el fervor cívico han marcado la historia nacional se encuentran latentes entre los bolivianos, pero evidentemente hay mucho que ha cambiado desde el fracaso de las gestiones ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, que emitió un fallo a favor de Chile.

La sentencia lapidaria -de 12 votos contra 3- significa otra barrera más que se ha puesto contra el derecho de recuperar el acceso al océano con el que nació Bolivia a la vida independiente. Lo peor es que la CIJ sentenció que Chile no tiene la obligación de negociar con Bolivia un acceso soberano al océano Pacífico. Los efectos de esta sentencia son de trascendencia mayor, pero hasta ahora el gobierno no ha dado ninguna explicación al pueblo boliviano, y las autoridades se han limitado a señalar que Bolivia seguirá con la causa marítima. Solamente se escuchan eufemismos para tapar el fracaso.

Recordemos que Evo Morales a su turno, y Luis Arce hace poco, volvieron a hablar de diálogo con Chile. Parece que muy pronto olvidaron la frustrante experiencia que dejó el mecanismo del «diálogo sin condiciones» y los deseos de «generar confianza», sobre las recurrentes respuestas de Chile que siempre terminan con portazos. El mecanismo del diálogo ya ha ofrecido una experiencia de más de cien años de gestiones infructuosas. A ello, se suma ahora que la Corte Internacional de Justicia en su falló determinó que Chile no estaba obligado a discutir una salida al mar para Bolivia. Es necesario pisar la realidad. Todas las esperanzas y expectativas sembradas con una amplia propaganda sobre los aciertos de la demanda ante la CIJ, recibieron un baldazo de agua fría. Es más, se le ha dado la razón a Chile sobre los argumentos que siempre ha exhibido para desahuciar cualquier obligación para negociar una salida soberana al Pacífico. Si se ve con objetividad, la decisión de la justicia internacional ha dado la razón al excanciller chileno, Heraldo Muñoz, que ya el año 2014 afirmó que la posibilidad de que Chile entregue una salida al mar a Bolivia con soberanía, está «cerrada para siempre», y que la demanda que se había planteado (en La Haya) era «absolutamente inconducente».

Esa inoportunidad ofreció alternativas a los jueces de la CIJ para emitir un fallo judicial que, pese a comprender la situación y los argumentos bolivianos, se basó en la frialdad de los tratados y las consecuencias generales que obligaban a evitar sentar precedentes que luego se utilicen como jurisprudencia, en otras causas, y que otros países planteen también la modificación de otros tratados internacionales. No existe intangibilidad de los tratados internacionales, pero sí, hay jurisprudencia de su respeto, y la posibilidad de modificaciones o adendas, es factible conforme al establecimiento de acuerdos de las partes. Lamentablemente se equivocó el camino en el pasado y se vuelve a caer en los errores de creer en la amistad chilena, confirmando el hecho de que la política exterior de Bolivia no acierta en nada. La improvisación, los intereses sectoriales o personales y la politiquería se anteponen a los valores, principios, soberanía y derechos del país, así como a las normas constitucionales. Se prefiere el olvido a la reivindicación que ha sido una constante de la posición del pueblo boliviano hasta el siglo pasado. Lamentablemente, desde hace 16 años son otros los intereses que priman en la política exterior y en la defensa del patrimonio nacional. No obstante, esa situación adversa, al margen de lo que sientan o hagan los políticos, para los bolivianos, la causa de la recuperación de la salida al mar no puede perder aliento. Todo lo contrario, la adversidad tiene que unir a los bolivianos para encontrar los mecanismos adecuados que hagan posible conseguir el histórico objetivo nacional.

Hoy sufrimos el enclaustramiento que es producto de graves errores del pasado por el abandono de la extensa costa marítima con la que Bolivia nació como República. La imprevisión de los gobernantes que no supieron aquilatar los riesgos que conlleva la debilidad de un país, que en 1879 se tradujeron en la invasión chilena. La incapacidad negociadora que luego permitió un tratado ominoso que consolidó la enajenación territorial, y en los tiempos actuales, la adversidad de negociar inoportunamente, anteponiendo las conveniencias políticas partidarias, por encima de los intereses nacionales. De todas maneras, el nuevo golpe que sufre nuestro país está demasiado fresco para ser analizado sin apasionamientos. La historia juzgará lo actuado, y cada boliviano en su conciencia tiene una visión muy clara que no puede abstraerse de los hechos concretos.

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