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jueves, abril 25, 2024
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Fiesta en la quinta ola de coronavirus

La población boliviana ha comprobado en carne propia las deficiencias del sistema de salud, las carencias y los equívocos de las autoridades. La falta de camas en los hospitales, la carencia de respiradores y el limitado número de salas de terapia intensiva han ocasionado miles de muertes en la pandemia, pese a que la población en general, los médicos y diversas instituciones lucharon por mejorar el presupuesto para salud. Más pudo la demagogia que la responsabilidad y fue la ciudadanía la que sufrió las consecuencias. Se pidió al gobierno central, a las gobernaciones y municipios que mantengan las medidas de bioseguridad y los controles, pero se hizo todo lo contrario. Se levantaron las restricciones y se indujo a la normalidad, como se ya la epidemia hubiese sido vencida.

Ninguna advertencia fue escuchada y ahora con desparpajo se reconoce que el país ya está con la quinta ola del coronavirus y se atreven a decir que el gobierno tiene todo controlado y que ha tomado las previsiones. Desgraciadamente el coronavirus no se fue, está latente y el riesgo de contagio es mayor con el frio invernal. Por ello no extraña a nadie que en la última semana se registraron 1.609 nuevos casos positivos de covid-19, con un incremento del 24% en relación a la semana anterior. Según el ministro de Salud Jeison Auza, los departamentos el incremento de contagios fue mayor en Beni, Pando, Cochabamba, Tarija, La Paz y Oruro, mientras que en la última semana Santa Cruz, Chuquisaca y Potosí mostraron un leve descenso. El ministro aseguró que el Gobierno ya tiene una estrategia planificada para afrontar esa quinta ola, y explicó que se trata de la Vigilancia Epidemiológica Activa y la Vacunación, pero remarcó que, para que se tenga resultados positivos, se requiere el apoyo de toda la población. Dijo también que existen los insumos de bioseguridad en todo el país, así como los medicamentos suficientes.

Ojalá fuese verdad, que existan los medios para afrontar una emergencia y que nadie sea rechazado en los hospitales por falta de camas o respiradores, o porque falten los médicos, enfermeras y personal de apoyo. Mientras tanto, los desatinos continúan con labores escolares presenciales, fiestas nocturnas en salones sin control alguno; minibuses atestados de gente, aglomeraciones y como si todo eso fuese poco, se autorizó la entrada del Gran Poder, que concentra a cientos de miles de personas. Pero el alcalde paceño fue enérgico al criticar lo que calificó como «desenfreno» en la preentrada que se cumplió el fin de semana pasado. Dijo que los fraternos actúan como si hubieran estado en cuarentena unos 500 años.

Se incumplió el acuerdo de evitar el alcohol y los excesos. Los locales de fiestas debían cerrarse a la media noche, pero eso no fue lo que ocurrió. Y si la prefiesta fue así, ¿qué se espera para la «gran entrada folclórica»?, que ya solamente utiliza al Señor Jesús del Gran Poder como pretexto para los excesos. El alcalde Arias reflexionó a los bailarines y a la gente que asistirá a esta entrada folclórica para mantener la ecuanimidad, y justificar que este año la festividad del Gran Poder está estrenando el título de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, por lo que se debería proteger esta distinción. Pero también es necesario recordar que fue el municipio el que autorizó esta fiesta y la forma como se está organizando.

¿Quiénes son los encargados de hacer cumplir las medidas de bioseguridad y respeto a las normas en un evento de esta naturaleza? Al final ya todo está lanzado para que cientos de personas se concentren para ver a los bailarines y bandas de músicos de 76 fraternidades folklóricas que participan de la Festividad del Gran Poder, que la Unesco declaró como un Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, desde 2019. La entrada se realizará el próximo sábado 11 de junio, después de una pausa obligada por la pandemia del coronavirus. Ahora se relanza la fiesta coincidiendo con la llegada de la quinta ola de la covid-19, en un evidente contrasentido que no encaja con la anunciada preocupación de las autoridades por proteger la salud de la población. No es la primera vez que en lugar de adoptar previsiones se actúa al calor de la fiesta y el jolgorio, poniendo en evidencia que para muchos es admisible darse el gusto aunque después venga el susto.

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