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jueves, abril 25, 2024
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Pan y tejido, aliados de CAF para transformar vidas en una cárcel boliviana

La panadería y el tejido son las herramientas con que cuentan más de 200 reclusas de una cárcel de Bolivia que se han beneficiado en los últimos tres años del proyecto «Pan de libertad», impulsado por el Banco de Desarrollo de América Latina CAF para transformar vidas en ese centro penitenciario.

«Pan de libertad» es «una empresa social que transforma vidas desde hace aproximadamente tres años» en el Centro de Orientación Femenina de Obrajes, una cárcel en La Paz, dijo a Efe la directora de Innovación Social de CAF, la colombiana Ana Mercedes Botero.

Botero estuvo esta semana en La Paz para presentar al ministro de Gobierno (Interior) de Bolivia, Carlos Romero, los resultados alcanzados hasta el momento con ese proyecto.

«Como dice el papa Francisco, la reclusión no es lo mismo que la exclusión. Y por lo tanto tenemos que trabajar, y CAF como banco de desarrollo lo hace, para la inclusión de estas poblaciones, en línea con la agenda de Naciones Unidas de no dejar a nadie atrás», afirmó.

La situación «tan crítica del tema penitenciario» en la región motivaron a que el área de Innovación Social de CAF se planteara «ensayar la creación de una empresa social» en una prisión.

Y la elegida para ello fue la cárcel femenina de Obrajes.

Para gestar la iniciativa se pensó primero en una «estrategia de productividad», identificando el pan y el tejido «como los productos centrales de la empresa».

También se tuvo en cuenta el apoyo psicológico y emocional que requieren las reclusas ante los niveles de estrés y ansiedad «muy altos» que sufren, a fin de fortalecer sus capacidades empresariales, indicó Botero.

El principal resultado es «una empresa social con 220 mujeres privadas de libertad» que en 24 meses ha generado un ingreso superior a los 38.000 dólares por la venta de tejidos y panadería, lo cual, a juicio de Botero, «habla muy bien» del proyecto.

Además, «las reclusas se han apropiado» de la iniciativa e incluso estos ingresos cofinancian necesidades como atención médica para ellas o sus familias.

Panes y pasteles se comercializan en una panadería al lado del penal y a través de una red de distribuidores.

Las prendas de alpaca tejidas a mano se venden bajo la marca OUT que, según Botero, conlleva «un mensaje muy poderoso» pues representa «un ansia de salida, un ansia de rehabilitarse» y se convierte «en un puente hacia afuera».

Hasta el momento las reclusas han creado dos colecciones que incluyen bufandas, chaquetas, jerséis y gorros y se presentaron en desfiles y ferias.

«Todo esto no ha podido ser posible sin la colaboración de muchos actores, principalmente de las autoridades», resaltó Botero y destacó que la Dirección de Régimen Penitenciario «ha sido un gran socio estratégico».

También están la Asociación Semilla de Vida, «que es el líder del proyecto al interior del penal», el privado Banco Mercantil Santa Cruz y otras instituciones como la Alcaldía de La Paz, que han apoyado para «mejorar las capacidades de las internas», explicó.

En las cárceles de Bolivia hay cerca de 17.000 reclusos, de los que 1.566, el 8,3 %, son mujeres, según Régimen Penitenciario.

Del total, solo 316 reclusas tienen sentencia en firme y 1.250 están detenidas preventivamente, según la misma fuente.

Para Botero, el elevado número de reclusas con detención preventiva «hace muy difícil la situación de estas mujeres», sobre todo «porque normalmente son las cabezas de familia».

Por esta razón son importantes proyectos como «Pan de libertad», que tienen que realizarse en una colaboración estrecha con las autoridades y también con las internas.

«Hoy día contamos con un modelo y unos aprendizajes que son susceptibles de replicar por las autoridades en otros penales del país», consideró Botero.

La experiencia en Bolivia hizo que CAF mirase a Paraguay y Perú para tratar de hacer en esos países algo similar, aunque «nunca es el mismo modelo, siempre tiene que ser adaptado al contexto geográfico y cultural, y al contexto del talento».

Así, en Paraguay, donde «la fuerza está en el bordado y la panadería», se puso en marcha un proyecto en la cárcel de mujeres de El Buen Pastor.

Y en Perú, donde el fuerte «es la cerámica», se trabaja en dos centros penitenciarios para varones, agregó Botero.

Para la colombiana, «hacer empresas genera mayores posibilidades para que la gente se inserte en el mercado laboral al salir de la cárcel» y sea «más difícil reincidir en el delito».

«Salir de la prisión es tan complejo como estar dentro, así que es todo un proceso de largo plazo pero donde necesitamos muchos actores colaborando de forma concertada para llegar al mismo objetivo», concluyó.

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