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jueves, mayo 2, 2024
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Expresidente valentón, acobardado

Dr. DAEN. Wenceslao Jáuregui

Ni duda cabe que muchos ex presidentes, vicepresidentes, ministros, viceministros, senadores, diputados, etc., a nivel internacional, cuando asumen funciones, «el cargo» los engrandece, son soberbios, prepotentes, pierden dimensiones del tiempo y espacio, asumen que el poder político será por siempre, no pisan tierra, caminan como sobre huevos recién salidos del gallinero, menosprecian a sus pueblos.

Para acceder a la administración pública, se identifican como izquierdistas, pregonan su identificación con los pobres, los desvalidos, las mayorías nacionales, guay de aquellos que en conocimiento de la realidad de sus pueblos, les adviertan que están equivocados, que siempre es mejor ser una persona con dignidad, orgullo e inteligencia antes que el cargo efímero los anulé y enceguezca.

Reniegan de sus raíces, se hacen impolutos, no se dan cuenta que están en el escaparate, vitrina, de la mirada publica, pues sus actos demuestran si actuaron bien o si ingresaron en la escuela de la corrupción, del nepotismo y de la vorágine de creerse poco menos que enviados de Dios.

No es el caso de todos, pero los que actuaron valentones, con la mirada ruda, los ojos irradiando majestad, púrpura, sintiéndose intocables, haciendo lo que criticaban, dando lecciones derechistas a sus fanes, cuando caen en desgracia al ser defenestrados por el voto popular, pasan a ser los más acobardados para enfrentar los avatares de sus actitudes, acciones y demagógicas expresiones.

Es el caso de Rafael Correa, que en lugar de hacerse presente en Quito, como ordenó una jueza anticorrupción para que firme «asistencia» en su nación de origen, se asila en Bélgica, expresa que «sería un suicidio acudir ante administradores de justicia» poco menos que corruptos y se declara «perseguido político».

El actual mandatario del Ecuador, con dignidad y capacidad de estadista, exhortó a Correa constituirse en su país para defenderse con «su verdad», si la tiene, en un caso de acción penal por delitos comunes y «no victimarse como perseguido político para evadir el veredicto de la justicia, porque entonces hasta el Chapo Guzmán (narcotraficante) podría plantear» ese insólito extremo.

Que pésimo accionar de un expresidente que miraba de arriba a sus gobernados, que se proclamaba redentor de los pobres, pero llegado el momento de volver al sitial que le corresponde, como ciudadano de a pie, declara que no confía en la administración de justicia de su país, no se da cuenta que muchísimos de los operadores de justicia en Ecuador fueron puestos a dedo o por encargo suyo y estos lo están juzgando por pruebas fehacientes que van en su contra.

El Presidente Moreno, cuando dice que Correa tiene amplias garantías constitucionales y le pide apersonarse ante los jueces para que diga su verdad y no tiene nada que temer ni escudarse como perseguido político y asilarse en Bélgica, le está recordando lo que Rafael Correa señalaba contra los opositores «cobardes que huyeron del Ecuador».

Ironías de la política, Rafael Correa, cayó en las redes de operadores de justicia que él designo o hizo designar.

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