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sábado, abril 27, 2024
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La pugna en el MAS se decanta

El presidente Luis Arce debe sentirse incomodo y disgustado frente a los numerosos problemas que le ponen al frente tanto la oposición como el propio MAS, que fue el partido que lo llevó al poder, pero que esconde una actitud contestataria y en algunos momentos casi hostil, tanto o más desestabilizadora que la que desarrollan los adversarios de su gobierno. Pese a que la oposición en Bolivia está dividida y carece de un poder capaz de reunir y unir a los miles de críticos, disgustados, decepcionados, impacientes y desertores del oficialismo, la actual administración se encuentra frenada e impedida de lograr una gobernanza despejada, porque en su seno hay corrientes en pugna que luchan por espacios de poder sin tomar en cuenta que perjudican la gestión y se debilitan a sí mismos.

Y no se trata de acciones desestabilizadoras de la oposición que apenas puede con su precaria situación. Para nadie es un secreto que los partidos políticos que tienen representación parlamentaria o que controlan gobernaciones y municipios, están tanto o más aislados que los que no tienen respaldo político. Pero algo parecido ocurre en el oficialismo. Da la impresión de un caos de dirección, pese a que el MAS es la fuerza política mejor organizada, que ganó holgadamente el gobierno en elecciones generales, controla la Asamblea Legislativa, y ha logrado hacerse del 50% de gobernaciones y municipios. Si bien perdió el control de los distritos más densamente poblados, administra el poder real y tiene bajo su dominio a la justicia, Fuerzas Armadas, Policía y a todas las instituciones fundamentales. Sin embargo, el gobierno se encuentra maniatado al momento de las decisiones políticas importantes. ¿Cuál es la razón de esta sinrazón?

Aunque las autoridades del gobierno y los dirigentes del MAS lo nieguen, hay dos cabezas en la dirección del oficialismo. Se trata de un problema que antes no existía. En el pasado el liderazgo de Evo Morales era indiscutible. Nadie podía hacerle sombra. Era suficiente que algún dirigente levantara un poco la cabeza para que fuese maginado y hasta descalificado, como ocurrió con varios fundadores del MAS. Pero desde la fuga de Morales y el fraude electoral, ese liderazgo ha sido puesto en entredicho. Hoy Luis Arce se ha convertido en un nuevo líder. Ganó las elecciones con la preferencia de más de 50% del electorado, y ya se están moviendo las fichas para trabajar para las elecciones de 2025. El MAS se encuentra en un dilema. Evo Morales no se resigna a comprender que pasó su momento. Afirma que no nació para obedecer, mientras la corriente de renovación en su partido, todavía débil, se hace escuchar pese a las amenazas e intentos de expulsión.

Y en esa dicotomía el oficialismo muestra sus enredos equivocando caminos. Una prueba irrefutable está en la forma como en 2021 el gobierno aprobó una ley Contra la Legitimación de Ganancias Ilícitas, Financiamiento Contra el Terrorismo y Financiamiento de la Proliferación de Armas de Destrucción Masiva, pero una movilización masiva surgida en Santa Cruz y apoyada por casi todo el país se le puso al frente. Gremios, comités cívicos y opositores salieron a las calles ese 11 de octubre en distintas ciudades bolivianas en rechazo a la norma que daba facultades especiales al gobierno para meterse en la propiedad privada y atropellar los derechos civiles. Pese a que el MAS organizó un «wipalazo» y movilizó a los sectores afines al gobierno, la presión social fue demasiado para un gobierno en el que el apoyo estaba condicionado. El presidente Arce tuvo que revocar la ley.

En la actualidad, la situación se ahondo. Evo Morales exigió el cambio del gabinete ministerial, pese a que la designación de ministros es atribución privativa del Presidente. Arce ratificó a sus ministros y el ala del MAS fiel al Chapare, insistió en cambios y comenzó a estrellarse contra algunos funcionarios, entre ellos contra el Ministro de Gobierno que fue interpelado a petición del MAS. Las cosas empeoraron al extremo que un ministro actual criticó al ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo. Lo mismo hizo el dirigente del MAS Héctor Arce y hasta el vocero del gobierno se puso al frente del ministro interpelado. Se le critica por la forma de presentar públicamente a los detenidos por la policía acusados de delitos diversos. Ojalá que con esa misma diligencia que se defiende a presuntos antisociales, se reclamara por los apresamientos ilegales de políticos, las detenciones preventivas y la serie de transgresiones a la Constitución Política del Estado. Finalmente, el desenlace de la interpelación desairó al Chapare. Los parlamentarios masistas que atacaron al ministro Del Catillo no lograron el respaldo de su gente para llegar a la censura. De 96 parlamentarios que el MAS tiene en el Legislativo, 77 votaron por la orden del día pura y simple, y solamente diez se abstuvieron. De ese modo, se descartó la vía que podía derivar en la censura del ministro de Gobierno, quien dijo que recibía «con humildad todas las observaciones realizadas» y que seguirá «combatiendo el crimen de manera conjunta, coordinada y constante».

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