Las Leyes son generales, coercibles e impuestas a los individuos por la misma colectividad. Los Parlamentarios masistas, envilecidos por su populismo, confunden otra vez militancia con su papel institucional; hoy, promueven una ley para proteger a los delincuentes promotores de los bloqueos. Aun ignoran que para ser representantes se requieren: capacidad para el cargo, lealtad con la ConstituciĆ³n y, servicio al bien comĆŗn, no a sus militantes ni a su partido.
Su propĆ³sito es Ā«desjudicializarĀ» de facto las actuaciones violatorias para evitar la intervenciĆ³n del poder del Estado que controla la legalidad, induciendo en el futuro al incumplimiento generalizado del cĆ³digo penal.
Los parlamentarios masistas dominan el arte del agravio a los ciudadanos, ahora quieren que las acciones delictivas que han destruido propiedad pĆŗblica, que han causado muertes por falta de oxĆgeno y daƱos severos a la economĆa, les salga gratuito.
Querer convertir al soberano en Ā«sĆŗbditoĀ» de caprichos y arbitrariedades de una mayorĆa parlamentaria temporal con argumentos absurdos, pero con apariencia de buen derecho, desvirtĆŗa el sentido comĆŗn de la ConstituciĆ³n que prohĆbe comportamientos en contra del orden jurĆdico y que el Legislativo quiere nulificar en forma ilegĆtima e ilegal, prescribiendo no solo inmunidad, sino impunidad. Ese ejercicio de cinismo que busca exceptuar de condenas es precisamente lo que induce a la tiranĆa sindical y polĆtica como forma de escapar de la justicia creando derechos divinos ilimitados para delincuentes.
Todos los ciudadanos somos iguales ante las Leyes; nadie tiene prerrogativas ni privilegios extraordinarios para ponerse por encima de ellas. Ese proyecto de ley es contrario al derecho: crea un paradigma para los polĆticos y promotores de hoy y del futuro. SerĆa una Ley vergonzosa, no un mecanismo de protecciĆ³n de los derechos humanos, menos un instrumento que facilite la vida y la convivencia comĆŗn; el Estado no puede ejecutar contra sĆ mismo las Leyes que Ć©l mismo se ha dado.
En este caso, la voluntad pĆŗblica que otorgo un Ā«mandatoĀ» al Parlamento es utilizado sectariamente por voluntades que carecen de normas Ć©ticas. AsĆ, se han convertido en un lastre insoportable, los ciudadanos exigen restablecer la dignidad de la funciĆ³n representativa con la lapidaciĆ³n de un organismo ya inĆŗtil.
No se puede permitir el escarnio de la Ley penal en nombre de la democracia. Toda Ley que irrespete la dignidad humana y los derechos ciudadanos, es injusta, y por lo tanto, nula.
A ese proyecto no basta impugnarla como injusta e inmoral, lo correcto es oponerse, desobedecerla, no acatarla ni cumplirla. La obediencia ciega a las leyes injustas e inmorales es la que lleva a los totalitarismos y su desobediencia es lo que precisamente preserva la democracia.
Manifestemos rebeldĆa contra la tiranĆa de una ALP fenecida que responde a caprichos por su ignorancia en Derecho Constitucional.