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Una exposición de arte en miniatura es el preámbulo de la fiesta de la Alasita

Retratos, caricaturas, pinturas de paisajes altiplánicos, animales, personajes emblemáticos de La Paz y una diversidad de esculturas que no superan los 15 centímetros de altura son parte de una muestra de arte en miniatura que es el preámbulo de la patrimonial Alasita, la fiesta de la prosperidad.

La novena edición de la exposición ‘Alasita de Mil Colores’ fue inaugurada en la Casa de la Cultura ‘Franz Tamayo’ en La Paz con la participación de 120 artistas de cuatro ciudades que respondieron a una convocatoria de la Alcaldía paceña.

«Tenemos en esta exposición todas las técnicas, dibujo, pintura, grabado, escultura en piedra, en madera, nuevos medios y arte textil», entre otros, explicó a EFE el responsable de las salas de exposición de la Casa de la Cultura, Rodrigo Campos.

Si bien las técnicas y temáticas abordadas son variadas, el factor común es que el tamaño de las obras no sobrepasa los 15 centímetros, ya que la Alasita es la fiesta de los deseos en miniatura.

Todo el arte expuesto está a la venta, con costos que oscilan entre 10 y 350 bolivianos (entre 1,40 y 50 dólares), indicó Campos.

A su juicio, los artistas ven la actividad como una señal de «buen augurio» como lo es la Alasita, en la que los paceños bendicen al mediodía del 24 de enero las miniaturas que representan sus aspiraciones y deseos para el año.

«Esta exposición de ‘Alasita de mil colores’ la están tomando como un buen presagio para que todo el año produzcan y puedan vender sus obras al público», indicó.

En ello coincidió una de las expositoras, Ángela Munguía, quien destacó durante la inauguración que la Alasita es «muy linda», ya que «representa la fiesta de los sueños».

«Si estoy en esta exposición, para mí significa que todo el año voy a producir arte, voy a vender y voy a estar de exposición en exposición», manifestó Munguía.

Fiesta patrimonial

La Alasita significa «cómprame» en aimara y es una de las tradiciones más antiguas de la cultura andina que originalmente celebraba el solsticio de verano austral el 21 de diciembre, con miniaturas que se colocaban a deidades andinas como las illas para que a lo largo del año los deseos que representan se convirtieran en realidad.

La festividad y sus símbolos, como el Ekeko, la deidad andina de la abundancia y la fortuna, se han transformado con el paso de los años hasta llegar a la actual expresión de lo ancestral fusionado con lo mestizo y urbano.

Según historiadores bolivianos, la celebración fue trasladada de diciembre a enero en 1783 por orden del entonces gobernador de La Paz, el español Sebastián Segurola, para conmemorar la victoria de los suyos ante una sublevación liderada por el caudillo indígena Tupac Katari y en honor a la Virgen de Nuestra Señora de La Paz.

Los recorridos rituales en La Paz durante esta festividad fueron declarados Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en 2017.

Montañas, cholitas y mandalorianos

Los nuevos talentos artísticos exponen sus obras en tres salones de la Casa de la Cultura, mientras que en el Salón Municipal Cecilio Guzmán de Rojas, cerca del Palacio Consistorial, se encuentran las obras de «grandes maestros del arte boliviano».

Una de las temáticas preferidas por los expositores es La Paz, con una variedad de escenas cotidianas de la ciudad sede del Gobierno en las que está siempre presente el imponente Illimani, el nevado emblemático de tres picos que caracteriza el paisaje paceño.

Tampoco faltan las representaciones tanto en óleo como en esculturas de las cholitas, las mujeres aimaras que visten las amplias faldas conocidas como polleras, manta, blusa y sombrero bombín, y que llevan sus largas cabelleras recogidas en dos trenzas.

Otros personajes que son parte del imaginario colectivo paceño aparecen en la muestra, entre ellos los lustracalzados, los ‘aparapitas’ que se dedican a transportar pesadas cargas sobre sus hombros y las entrañables cebras, símbolo de la educación vial y urbana en la ciudad.

Algunos artistas optaron por temáticas más contemporáneas, como la popular serie ‘The Mandalorian’, pero con un estilo andino en el que Din Djarin lleva a la ‘wawita’ (bebé en quechua) Yoda como lo harían las cholitas, es decir, cargado en su espalda en un aguayo, el tejido indígena multicolor.

Las obras son pequeñas, pero hechas con tal dedicación que el más mínimo detalle puede notarse, por ejemplo, en los retratos que uno de los participantes plasmó en hojas de coca y otro en cajas de fósforos.

La muestra permanecerá abierta hasta el próximo 8 de febrero.

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