Durante la gestión presidencial de Barak Obama, en Estados Unidos, varios de sus asesores científicos, de acuerdo a publicaciones existentes, le aconsejaron que se programe «evitar la superpoblación que agrava la situación económica y del ecosistema a nivel mundial».
Entre ellas la de colocar un chip en la piel de esposos recientemente casados para evitar que procreen varios hijos o de lograr que quienes cumplan 75 años de edad, vayan a regiones donde no se constituyan en carga social.
Asumían que la superpoblación en el planeta estaba generando mayor pobreza y perturbación en el sistema ecológico, en el medio ambiente.
Dichos asesores están totalmente equivocados, por cuanto la superpoblación es de carácter urbano, en Ciudad de México hay 21 millones de habitantes, en otras capitales no pasan de 20 millones, en Bolivia apenas están asentados tanto en la ciudad sede de gobierno como en el Alto unos tres millones de habitantes.
El planeta tierra tiene vastas regiones deshabitadas, por tanto, las hipótesis de los asesores de Obama, cayeron en una especie de conspiración contra la especie humana.
Lo que conviene, si de poblaciones se trata, es que los millones de hectáreas deshabitadas en todo el mundo, puedan albergar a nuevas poblaciones que las hagan productivas y sirven para cooperar a generar nuevas fuentes de trabajo y por tanto la convivencia civilizada.
Los asesores de Obama consideraron que a la fecha existirían algo más de siete mil millones de habitantes en el planeta y que para dentro de unos treinta años se multiplicaría a más de diez mil millones de habitantes. Terrible apreciación y desubicada hipótesis.
Que quede en claro, para dichos conspiradores, que en las ciudades urbanas existe superpoblación, centralización de una mayoría de habitantes de cada Estado, País, República, pero grandes espacios de sus territorios están sin habitantes, no existe poblaciones y es en estos lugares a los que se debe llevar el progreso para que haya desarrollo integral y por tanto no se intente generar impacto irracional para cortar la vida de las personas.
Quienes piensen que es con experimentos de laboratorio que se podría ocasionar que las poblaciones se mantengan en estatuó quo, están totalmente equivocados.
A esos científicos de corta maduración intelectual y de razonamientos deslucidos, deben y tienen que oponerse científicos y gobiernos que aprueben la continuidad de la vida y la multiplicación de nuevas generaciones.