Sin un pacto entre Ortiz y Mesa caminamos hacia el precipicio del totalitarismo. Pactar no es claudicar. Se trata de ser trascendentes, determinantes y no marginales. Ambos deben privilegiar Ā«el fin superiorĀ» que se busca con un convenio solemne, estricto y condicional, en el que ambas partes se comprometan a hacer concesiones en sus prioridades, ceder el control de algunas instituciones y la toma de decisiones.
El mandato de las urnas no darĆ” a nadie mayorĆa absoluta en el Gobierno central. No entender el mensaje de la realidad es un suicidio polĆtico. La perspectiva de ganar tiene que ver con la voluntad, la flexibilidad y la inteligencia. No es tiempo de actuar con actitudes de superioridad. Las lĆneas rojas impuestas, mĆ”s que un signo de fortaleza es una muestra de debilidad.
La polĆtica es mĆ”s que nunca una lucha de intereses que se camufla como una lucha de ideales. Dado que el poder es el Ćŗnico objetivo del pacto, en polĆtica no hay pactos gratuitos y en funciĆ³n a las encuestas, se revela que Ortiz o Mesa podrĆan ser el Ā«kingmakerĀ» o partido decisor del futuro gobierno. Ortiz, que prevĆ© obtener significativa votaciĆ³n, podrĆa avenirse a facilitar la obtenciĆ³n de mayorĆa simple y/o absoluta en aras de la necesaria estabilidad y gobernabilidad del paĆs, pero no a cambio de nada. Una negociaciĆ³n polĆtica debe obedecer a la premisa de que ambas partes deben sentir que salen ganando. Lo mĆ”s racional es que impere la proporcionalidad y que Ortiz logre una porciĆ³n del Gobierno similar al porcentaje de votos previsibles que aportara, o igual Mesa.
ĀæQuĆ© incentivos institucionales y polĆticos hay para un pacto preelectoral? Un pacto no asegura el triunfo, pero aumenta la probabilidad de Ć©xito ya que implica una reducciĆ³n en el nĆŗmero de contendientes y por lo tanto mayor votaciĆ³n; al combinar fuerzas, pueden aumentar su competitividad; mitigar sus debilidades entre sĆ; beneficiarse del aumento de su influencia y representaciĆ³n en el Parlamento; lograr el mantenimiento del registro como partido polĆtico; la optimizaciĆ³n en la utilizaciĆ³n de los recursos econĆ³micos y humanos, en la proyecciĆ³n de las elecciones no solo generales, sino para las regionales y locales.
Ambos saben que estĆ”n condenados a entenderse, que de su sintonĆa depende una legislatura estable y gobernable. Al ser ideolĆ³gicamente compatibles y cercanos, sumados, acumularĆan mayor legitimidad en el parlamento, credibilidad y esperanza en su compromiso comĆŗn con la aplicaciĆ³n de ciertas polĆticas pĆŗblicas. De lo que se trata es de lograr la alternancia en el poder.
Aun no se ha ganado nada y ganar no significa gobernar. No especular ni adivinar el voto. Un escaƱo puede ser la frontera entre la restauraciĆ³n democrĆ”tica y la involuciĆ³n. Con mĆ”s sentido de Estado, otra Bolivia es posible.